(Pintura: Carlos Montefusco)
Yo no llevo al chuz chuz de la lechuza
dentro de mi alma que acaricia cumbres,
que atraviesa de valles y d'esteros
ve soles de juertazas reciedumbres.
Yo no llevo en mi espíritu de criollo
ni aparecidos, viudas, ni amuleto,
yo sé q'en cada mata e pasto vive
de la maldá la víbora en acecho.
El mal está en los hombres que no quieren
enderezar la güella retorcida
que los hace ser piores y, qué fácil
risulta ser un alma comedida.
Es la maldá lechuza agorera
güela del pecho del criollazo indino,
comersea con Dios y con el diablo,
y su consencia vale un vaso'e vino.
Yo no llevo al chuz, chuz de la lechuza,
soy del chingolo su guitarra y trino
y hornero q'en la puerta de su rancho
aletea soñando en lo más lindo.
¡No le temí al chuz, chuz ni al jué mandinga,
ni al muerto temo y su fantasma almiro!,
pero sí me precabo de los hombres
porque en ellos el mal vive escondido.
Ansí marcho señor, ¡tan escaldao!
d'estas cosas del mundo y de sus duendes...
y perdona tal vez por lo imperfecto
q'en mí de lejos, sin saber se escuende.
Yo no temo señor, y no me quejo,
mis versos y mis obras van unidas,
entregando el caudal de sus verdades
pa las futuras y criollazas vidas.
Ansina llegaré, pobre, y sin pilchas,
vacido el tirador p'al vicio hiriente
pero sí con la plata de mis versos
debajo el bronce, de mi gaucha frente.
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