Vea mozo, si ansí quiere probarme
dende ya le vi'a decir que tiene tiempo
si es que aguarda y me escucha un momentito
yo prefiero más bien, hacerle un cuento.
Sucedió una ocasión que me encontraba
amargueando en un fogón, junto al agüelo
cuando de repente oservé que más que el humo,
le hacían lagrimear viejos recuerdos.
Y al tratar en mi afán de interrogarlo
me repuso con dolor: "Mire mi nieto,
vale más hacerse el maula y andar libre
que por ser demasiao hombre verse preso".
Y le voy a decir cuál es la causa,
que hoy le ñublan los ojos a este viejo,
por mi culpa su Tata se crió guacho
y mi gaucha de dolor, rumbió pal cielo.
"Soy un gaucho que gozaba de buena fama,
cuando cae a estos pagos un forastero,
que alardeando solía decir que a él
ni mandinga se animaba a toparlo fierro a fierro.
Una tarde que el hombre se encontraba,
alardeando de valor que daba miedo,
enriedao en la cola de Mandinga
fui a pagarle unos pesos al pulpero.
Al dentrar estaba el hombre junto a una mesa
con el pucho aprietao entre los dedos,
y entre dientes decía: -"Acá no hay toros,
puede que haiga solamente algún ternero".
Al oirlo, apuré pa retirarme
y cuando diba a desmaniar el azulejo,
suelto una mano que me toca y alquien que dice:
-"Ey, cuñao, ¿ya se va?, ¿Me tiene miedo?"-
-"No mi amigo", le repuse temeroso,
no es ansí! Usted sabe que yo tengo
una china querendona que me espera
y un cachorro que toavía, toma el pecho".
Y no pude continuar, porque su daga
me pasó rozando el ala del sombrero
y yo casi sin pensar en lo que hacía,
indignao por esa acción, lo alcé en el fierro.
Ese fue el principio e mi desgracia
al dejar a su Tata, tan pequeño,
y mi hogar y mi pobre mujer, que era una santa,
se enfermó del corazón al verme preso.
Ahora m'hijo, a usted voy a decirle,
de ese mal cuídese siempre mi nieto
que esos males al gaucho le entran muy fácil
y pa eso no hay doctor ni curandero.
Desde entonces a su lao me fui haciendo hombre
compartiendo el sufrimiento del abuelo,
que camine siempre libre y amparado
en las sabias palabras de aquél viejo.
Así fue que un safao en un boliche
me apuró en una trenzada con el fierro,
y cuando iba a levantarlo en mi "arbolito"
me chirliaron las palabras del agüelo.
Y alcancé a retrocederle varios pasos,
y abichao de que aquél hombre era más lerdo,
terminé a puro poncho aquél asunto
procurando hacerle creer que tenía miedo.
Es por eso de que ansina pueda verme
casi siempre como el zorro miando al perro,
pues no quiero que sufran mis gurises
lo que el Tata sufrió por el agüelo.
"Así mozo, aprovecho pa decirle
nunca olvide las palabras de aquél viejo,
vale más hacerse el maula y andar libre
que por ser demasiao hombre verse preso.
Guarde Tata Dios en Su Santa Gloria a ese Hijo de la Patria...hoy y siempre.
ResponderEliminar¡VIVA DON AUGUSTO ROMERO!