martes, 21 de junio de 2011

Tala


Te azotaron granizos y aguaceros.
Te zamarriaron bravos ventarrones.
Y a más, la helada en muchas ucasiones
supo emponcharte en los inviernos fieros.
Y si es que te curtieron entreveros
que’ntropiya en silencio “don destino”,
jue cura del dolor, el cristalino
canto de pajaritos mañaneros.

Trenzaron los jilgueros, sus amores,
en el amparo de tus toscas ramas,
y tus muchas horquetas jueron camas
de senciyos niditos soñadores.
Si el continuo vivir no te dio flores
te dio un fruto pequeño, que maduro,
pone lunares bayos al oscuro
sufrido opaco gris de tus verdores.

Pero sos servicial ¡sin güelta de hoja!
y de no, que lo digan los fogones,
ande son brasa eterna tus tizones
porque tu leña dura, nunca afloja.
Siendo monte tupido se me antoja
que sos techo de sombra pa’ la hacienda;
y antaño juiste rústica vivienda
del que ensució el facón en sangre roja.

Te versió de lo lindo un oriental
-Osiris, el de los pájaros locos-,
y anque mi verso es rústico y es tioco,
quiero que sepas que mi canto es lial,
un poco le hablo solo al del corral
(el de la añosa sombra de las yerras),
pero tuitos los talas de mi tierra
se merecen mi canto por igual.

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