(Pintura: Rodolfo Ramos)
Silbando por el rastrojo
se siente a la colorada;
el sol es una frazada
pa'l que anda de ropas flojo;
la vista goza a su antojo
de la claridad del cielo
que solo rompe el desvelo
con un punto que lo mancha:
el chajá, que el aire ensancha
de su pacífico vuelo.
Se respira el aire frío
con fruición de cosa grata
y la calandria desata
su insistente fío-fío;
el gallo su desafío
lanza y en el suelo escarba,
y al reparo de la parva
los chicos muy retozones
calientan sus sabañones
¡Pican una cosa bárbara!
Se calma la picazón,
según la cencia gauchesca,
buscando una hortiga fresca
y golpiando la hinchazón;
y sé que tiene razón
y le doy por eso alientos
con mi recuerdo a los tientos
con que a veces me emborracho
del tiempo en que fuí muchacho,
allá por el novecientos.
Por la mañana temprano
salía a buscar tropilla,
el carrero, porque ensilla
después de darle su grano;
se endurecía la mano
en las riendas y del morro
el aliento como un chorro
de vapor se iba escapando
y a los charcos gambeteando
seguía al trote el cachorro.
A veces a la distancia
con grito nos anunciaba
si a "Don Juan" me lo encontraba
en el campo de la estancia;
como esperando su instancia
a cosa tan divertida,
montábamos enseguida,
que el zorro tiene sus tretas
y en ocasión a gambetas
se suele escapar con vida.
Lo acosábamos con saña
sin darle tregua al bandido
que a vueltas nos ha tenido
corriéndolo la mañana;
andan gritando la hazaña
los teros alborotados
y disparan asustados
potros, ovejas, novillos
y los pobres corderillos
que balan abandonados!
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