(Pinturas: Pablo Uriburu)
¡Tata Dios, Señor del Cielo,
de montañas, de valles y praderas,
de la pampa interminable
donde siempre galopó mi raza vieja
en manadas cimarronas que crecían
como crece el pastizal sobre la tierra;
sin más corral que la cinta'e los arroyos,
ni más palenque que el ombú de sombra buena...
¡escuchá por favor este relincho
que más que relincho es una queja!
¿Porqué el hombre, el rey de la creación,
el ser más perfecto que Tú hicieras,
el que tiene el don de la palabra
y puede razonar, cuando se acuerda,
el que a gusto y semejanza de tu imagen
puebla por millones el planeta;
se olvida del amor que el inculcaste
cuando enviaste a Jesús a orar la tierra.
Se olvida que la vida es solo Tuya,
sin distinción de raza ni de época,
se olvida de nosotros que por siglos
estuvimos a su lao pa lo que fuera,
sin fijarnos ni en su raza, ni en su causa,
ni en su edad, su religión o en su bandera.
Con el indio, en la pampa interminable,
maloneando por amor a su querencia...
Con los hombres de mayo, sin descanso,
llevando la ilusión a media rienda
cuando hervía en las venas de la patria,
las ansias de ser libre toda América...
Con el gaucho, entre ponchos colorados
haciendo con Güemes la proeza,
meyando las charrascas con el pecho
cuando enrejamos de lanza la frontera...
Con el soldao, nadando en sangre,
en los campos de Maipo en cruentas guerras,
o ateridos de frío entre las cumbres,
al cruzar San Martín la cordillera...
Con el hombre de trabajo sudoroso,
destripando terrones con la reja,
pa sembrarles en el vientre una esperanza,
que se haría realidad en cada mesa...
Con el mensual humilde en las estancias,
entre lazos, pechadas y tranqueras,
repuntando guampudos capitales
que le dan al patrón mayor riqueza;
esa que saca a relucir sobre nosotros
cuando ensilla su chapeao y su soberbia...
Con el niño hasta de a tres en cada escuela,
ni más sombra que la ondeante sombra
que nos presta el poncho azul de la bandera...
Con los enfermos, acortando distancias pantanosas,
llevando los remedios con urgencia
o cuartereando parturientas ilusiones
con apuros de llanto en la sotera.
Y hoy, ¡já! y hoy no sirve nuestro lomo pa su causa
porque tiene el poder que da la ciencia,
ya no sirven nuestras fuerzas pa'l trabajo
porque tiene su ganancia sobre rueda
y precisa de la luz de nuestra pata
pa trerle un dotor a media rienda,
solo sirve nuestra sangre pa su causa,
nuestro hueso, nuestro cuero, nuestra cerda,
diezmándonos sin asco, cada día,
cegao por la ambición de la moneda.
Por eso... ¡Tata Dios, este relincho,
por eso... pa ver si tu poder que todo enmienda,
le toca el corazón a nuestro amigo,
le torna la razón y la conciencia
y le muestra que al galope que llevamos,
cerquita nomás, sobre esta tierra,
como el indio, nuestro hermano, por su culpa:
seremos nada más que una leyenda!
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