(Dibujo de tapa: Pepe Gonzalez Guerrico)
Yo nada soy, a mi ver,
nada tengo y nada valgo,
mas, si ser nada es ser algo,
algo también debo ser;
pero sí, soy el que ayer
en la aurora de su edad,
admiró la realidad
del que ser gaucho sabía,
cuando la patria vivía
en mayor intimidad;
cuando no había entrevero
de costumbres importadas,
que tienen como aplastadas
tradiciones que yo quiero.
Soy el hijo de estanciero,
de aquella estancia primera,
formado en la verdadera
lucha del hombre rural
y aunque hago vida social
canto con ciencia campera.
Yo soy nativo uruguayo
siendo mi madre porteña,
por eso mi "santo y seña"
es veinticinco de Mayo;
de frente y no de soslayo
miro a este suelo divino,
defiendo de él lo genuino,
lo tradicional que quiero,
por lo que me juego entero
como el mejor argentino.
Yo sostuve una contienda
con las lluvias y el pampero,
con los solazos de enero,
con la siembra y con la hacienda,
y quiero que se me entienda
que el campo he bien conocido,
que lo conozco florido
como mustio y desolado
que es mi orgullo haberlo andado
y orgullo haberlo vivido.
Yo sé vestir con soltura
traje de campo completo,
y no caigo, por respeto,
disfrazado a la llanura;
brich, campera y montura
jamás me dio por usar,
y no me habrán visto andar
manga corta y escotado,
ni en cabeza, engominado,
porque el campo es profanar.
Yo conozco en general
todo trabajo campero,
se plantar un esquinero
como lidiar un bagual;
pero un detalle total
de lo muy mucho aprendido
sería largo y repetido,
ya que mis composiciones
no son charlas de fogones
sino cosas que he vivido.
No acepto que alguien se atreva
a dudar de lo que digo,
mi conciencia es mi testigo
y lo que escribo es mi prueba;
yo soy el que siempre lleva
verdad y honor como guías
y a esas dos cosas bien mías
mi dignidad va reunida,
que en el cielo de la vida
lucen cual las "Tres Marías".
Y dejo así establecido
para ese eterno mañana,
que tengo un alma paisana
y que bien de campo he sido;
que soy cardo florecido
allá en la agreste lomada,
que soy como esa cañada
que corre sin hacer ruido,
porque jamás he tenido
la vanidad por cascada.
Gracias, por este blog, su contenido y continente... En una vieja Estancia ahora convertida es Restaurante es que me senté cerca del hogar a leña, un poncho en el brazo del sillón, cafecito, pues no había mate, y me deleité por primera vez con las poesías de Gualberto Márquez… y luego di con su sitio… Gracias por “Dignidad” ya lo subí para compartir entre amigos… Gabriela Abeal
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