"...guacho y gaucho me parecían lo mismo, porque entendía que ambas cosas significaban ser hijo de Dios, del campo y de uno mismo". (Don Segundo Sombra)
viernes, 20 de mayo de 2011
El Jagüel
"Ya está chocho el viejo Abel
dicen, porque en mi bichoco,
a hablar solo como un loco
me vengo junto al jagüel.
¡No he de venirme si es él
cuanto queda de la estancia!
Los dos a la extravagancia
de lo nuevo resistimos
y siendo lo que antes fuimos
nos hemos jurao constancia.
En ese lugar me veo
mesmo que cuando era mozo
cuartiando la manga el pozo
cargadita a mi deseo.
El ganao al barbolleo
paraba pronto la oreja,
y entre vaca y entre oveja
hasta baguales caían
y en el agua que bebían
ahogaban juntos su queja.
Baño de la patroncita
aquella glorieta fué
que hoy derrumbada se ve,
sin flores, cuasi marchita.
Hasta la mesma zanjita
es hoy rastrillada incierta;
yo la uní con la compuerta,
y el agua dende este sauce
hallaba en ella su cauce
pa dir a regar la huerta.
Seca como las vasijas,
seca como el bebedero,
todo se ha güelto un vivero
tan sólo de lagartijas.
El agua por las rendijas
se iría que es compasión.
Ni en la orilla del zanjón
crece ya el camalotillo
que le gustaba al potrillo
favorito del patrón.
Todo cuanto quise y quiero
vivió arrimao a este pozo.
Por eso pena y no gozo
siento al mirar su crucero.
Lo que anidar un hornero
la finadita y yo vimos
y enamoraos aprendimos
del pájaro la lición,
juntando paja y terrón
también nuestro rancho hicimos.
Ella a veces: -"¡Que has cinchao!"-
me retaba: -"Sosegate!"
Y alegre me traiba un mate
de espumita coronao.
¡Ah cielo, me has condenao
a ver mudanza tan fiera!
¡De balde me lo alvirtiera,
pa que ya nunca lo olvide,
el mesmo hornero a quien vide
llorando muerta a su hornera!
Y ahura si hasta el pozo voy
miro con horror su aujero.
La manga ya no es un cuero,
un verdín jediondo es hoy.
Ahí junto al hoyo me estoy
por si algún rumor se siente.
Veo una luz redepente,
me acerco anhelante al bordo,
y el sapo rezonga sordo
y no mana la vertiente.
Tampoco hay agua que echar
en mi alma seca, de juro:
soy pozo olvidao y escuro
que se comienza a abombar".
Es tan bárbaro el pesar
del viejo Abel a esta idea,
que furibundo se apea,
busca en el pozo la soga,
la ata y de ansiedad se ahoga
cuando el zaino talonea.
De pronto pensó en dar vida
al agua muerta del pozo
con retirar sin reposo
la verdosa y corrompida.
Y la hacienda detenida
en bretes de un uso extraño
volvería a ser rebaño
que rebelde a la ración,
bebería en el zanjón
el agua fresca de antaño.
-"¡No has de arrumbarme a lo perro!-
gritó al moderno molino.
-La rueda de mi destino
no está en tu torre de fierro."
Y apurando el desentierro
de la manga, soltó rienda;
creyó ver llegar la hacienda,
la roldana un ¡ay! lanzó,
y en los aires levantó
chorreante cosa tremenda.
Igual que ternera ahogada
suspendida de aquel modo
la manga empezó a echar lodo
pero no quedó vaciada.
De manera inesperada
se hundió con agrio rechino
y el zaino como chapino
botando al viejo en la alberca
le hirió la cabeza terca
al dictado de su sino.
Sobre resplandores rojos
la noche enlutaba el cielo
y el viejo, para consuelo,
volvió hacia arriba los ojos.
"Aquí quedan los despojos,
dijo, del Pozo de Abel.
No dirán que le juí infiel,
dende que cabal mi suerte
me dió pa cajón de muerte
la balsa de mi jagüel".
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