Soy la milonga campera;
la que anudada al coraje
anduvo de viaje en viaje
entre la gente resera.
Querendona y altanera
pa cuerpiar una embestida,
yo fui en la güeya perdida
el tañido de un cencerro,
y el facón de Martín Fierro
entrentando a la partida.
Soy la más fiel compañera
de los gauchos argentinos,
y envuelta en sus ponchos finos
me agité como bandera.
Siempre me he jugao entera
sin perder la disciplina,
y como criolla genuina
no siendo manca ni lerda
me guarecí en cada cuerda
de la guitarra argentina.
Yo recibí mil floreos
de la gente de a caballo
y en honor de ellos, batallo,
sin renuncios ni rodeos.
Dulzura en mis bordoneos
desparramo con derroche,
y prendida como broche
en ruedas de tradición
me aquerencié en el fogón
y en la tapera hice noche.
Mi palabra es voz que ordena
por arte de su destreza
ahuyentar a una tristeza
como alejar una pena.
La que a la canción ajena
por rechazarla de plano
mi sentimiento pampeano
se mantiene siempre alerta,
para ganarles la puerta
con el cuchillo en la mano.
Yo soy el toque de diana
del gallo madrugador,
y en el baldeo seguidor
el chirriar de la roldana.
Tengo vista, soy liviana,
y pongo especial esmero
en darle un tajo certero
acompañao por mis trinos
a esos malos argentinos
que defienden lo extranjero.
Convertida en centinela
por ley que me favorece,
al rodar, me pertenece
la música de la espuela.
Mi vida es una novela
entre placeres y lucha,
y como quien desembucha
les hago esta confesión:
¡que es gaucho de corazón
el que con gusto me escucha!
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