(Foto: Eduardo Amorim)
De la güeya en una oriya
como algo que se ha estraviao
hay un ranchito tirao
entre cardos y gramiya;
ya se ha ido medio ‘e costiya
por los vientos paletiao
pero entuavía está parao
y como una mano abierta
está ofreciendo una puerta
por si pasa algún cansao.
De tanto andarlo el pampero
medio lo ha matao del lomo,
y de tordiyo palomo
aura pasó a zaino overo,
le han hecho meya a su cuero
el tiempo y las alimañas
y mientras que las arañas
zurcen aujeros del techo,
los mangangases han hecho
como una tarja ‘e sus cañas.
Al voltearle la tranquera
los años con sus pechadas,
lindas épocas pasadas
dispararon campo ajuera,
ya en su patio sin frontera
aura tan solo ha quedao,
porrón a pique rodiao
como fortín de avanzada,
un cantero a la dentreada
por hormigas maloniao.
Sobre los cardos overos
que le han hecho corralito,
el cielo cuelga cachitos
pa’ adornarle los aleros,
rayito ‘e sol, los jilgueros
con melodiosa tibieza
le ponen a la tristeza
que’n un sauce viejo yora,
un’alegría en cada aurora
que’n cada ocaso regresa.
Lo mesmo que’n cualquier nido
ayí emplumaron pichones
que al criárselé los alones
levantaron su volido,
un casal muy dolorido
quedó mirando la güeya,
y al tiempo é la ida aqueya
vio el rancho con desconsuelo
su gaucho ‘e negro pañuelo
y ayá en su cielo otra estreya.
Por la soledá arrendao
dentró a morar la tristeza,
ilusión, dicha, beyeza,
el tiempo todo ha yevao.
Viejo nido abandonao
ande’l pasao desensiya
y un negro presagio briya
dende aquel día que’l nochero
quedó adentro del potrero
relinchando a la tropiya.
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