(Pintura: Pablo Uriburu)
Aquí me pongo a cantar
al compás de la guitarra;
no tiene cintas celestes
ni blancas ni coloradas,
no es guitarra con bandera
no es nada más que guitarra.
Tanto me puede escuchar
el criollo como el gringo,
y ninguno de los dos
se ha de sentir ofendido;
los aprecio por igual
y hacia los dos me dirijo.
Yo no necesito cintas
para cantar de adeveras;
me basta embrazar un palo,
un palo hueco y con cuerdas;
en las violas de tal palo
caben todas las banderas.
Y canto y he de cantar
aunque se apaguen las velas,
aunque ninguno me escuche,
aunque me pasen la cuenta,
aunque me niegen un trago,
aunque revienten las cuerdas.
Lo que tengo que decirles
a toditos interesa,
tanto al criollo como al gringo
basta que esté en esta tierra;
por dentro somos iguales
la diferencia espor fuera.
Pero esa diferencia
se ha de borrar a la larga;
el sol y el aire de América
ha de emparejar las caras;
cuanto a las almas hay una,
ni blanca ni negra: humana.
El que nació en este suelo
como el que vino de otro
y aquí vive y le va bien
y sus hijos nacen criollos,
es de aquí como el que más,
como un cardo o como un potro.
La ley acá es para todos;
la ley no mira el color;
para todos el trabajo,
el dulzor o el amargor;
cualquiera sale de pobre
con baquía y con sudor.
Yo soy gaucho y le abro cancha
al que quiera trabajar;
que venga de donde venga
ya dejó de interesar;
al que tenga buenos brazos
la puerta de par en par.
Pero un momento, paisanos,
eso sí, tengan en cuenta
que aquí tenemos relojes
para relojear conciencias;
traigan la bolsa vacía
pero tráigannos decencia.
Y ya está dicho, aparceros,
-que a todos doy este nombre-
sepan llevarlo con honra
y que nunca se les borre;
este es el canto de un gaucho,
este es el canto de un hombre.
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