(Foto: Luis Pedro Hardoy)
Blanca de sol, abierta y calcinada
bajo el dedo calcáreo de la muerte,
vela el regazo de la tierra fuerte
su vigilia infinita y desolada.
¿Adónde se habrá ido eso que era?
Cascos livianos, crines alazanas
y el relincho final, en la mañana,
cuando empezaba a arder la primavera.
Por entre el enrejado de sus huesos
los yuyitos en flor alzan su beso
a la cálida luz estremecida
y yo pienso: ¡qué lindo ha de ser esto!
morirse cara al sol y ser un tiesto
en donde vuelva a florecer la vida.
Maestra del sentir y del canto. Artista que enaltace el valor de los sureros.
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