martes, 4 de enero de 2011

Tironeao por el dientero


Andaba desesperao
del dolor de la quijada
que estaba como soplada,
y un ojo me había cerrao;
y aunque me hubo aconsejao
muy atento el curandero
ningún remedio casero
pa aquel asunto servía
porque la muela tenía
tal vez de vieja, un aujero.

De hacer buches me cansé,
me hice flojo, siendo guapo,
y hasta la panza de un sapo
sobre el cuerpo refrequé.
Después el sapo colgué
al sol, pa que se secara,
y así el dolor me calmara,
pues me decía que de cierto,
al quedar el sapo muerto
era fácil que curara.

Pero el remedio apuntao
no me sirvió para nada,
seguía igual la quijada,
y el ojo zurdo, cerrao.
Fué entonces que resignao
pa la ciudá enderecé,
un güen dientero busqué;
la boca abrí a su mandao,
y bastante desconfiao
a su saber me entregué.

Ya había bajao la hinchazón
cuando empezó la consulta
que entuavía me resulta
motivo de almiración...
Dandolé cuerda a un sillón
en el que me había sentao,
quedé en el aire estirao
y a voluntá del dientero,
que escarbaba en el aujero
con un fierrito lustrao.

Y cuando el ñiervo tocaba
al revisarme la muela
de toda la parentela
allí estirao me acordaba.
Riendo el hombre trabajaba
y... ¿le duele? - preguntó-.
Ya le iba a contestar yo,
pero agatas largué un grito,
y en la punta del fierrito
la muela rota salió.

Un vaso'e vino tibión,
me dió pa pasar el susto.
¡No pude tomarle el gusto
pues lo tragué de un tirón!
Y dende aquella ocasión
al que cuento lo pasao,
casi siempre ha resultao
motivo de diversión.
Lo cierto de la cuestión
es que ansima me he curao.

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