lunes, 20 de diciembre de 2010

El poncho lobuno


Entre las prendas que quiero
tengo este poncho lobuno,
modesto como ninguno
pero cuidao con esmero.
Como es un buen compañero
contra el frío endemoniao
va en mis espaldas doblao,
y en días templados y secos
haciendo flamear los flecos
va acariciando al recao.

Hoy les quisiera decir
que allá, por mis buenos años,
viviendo sin desengaños
lo tuve pa presumir.
Con él me sabía lucir
en fiestas de lo mejor,
y hasta con agua de olor
lo he perfumao con respeto
porque me guarda un secreto
de aventuras de un amor.

Lo anduve conmigo en viaje
infinidá de ocasiones,
y él, de los teros gritones
recibió un cordial mensaje.
Me ha visto cambiar pelaje
cuando tordillo quedé,
y vió achicada mi fe
pues sin poderlo impedir
la juventú, sin sentir,
ganó el campo y se me fue.

Yo había ganao con mi ruano...
y justamente ese día
en la cancha los vendía
un morocho provinciano.
Un poncho a listas, liviano,
tenía entre algunos más gruesos,
pero de entre todos esos
en cuanto el ojo le eché
con el lobuno me alcé
por ciento catorce pesos.

Cuando recuerdo y lo miro
-cual si estuviera en acecho-
desde el fondo de mi pecho
siento brotar un suspiro.
Y si en un rimao me inspiro
con un bordoniar ligero,
le imito un trino al jilguero
porque me alcanza con uno
pa que mi poncho lobuno
sepa cuánto yo lo quiero.


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