Desde la tarde se vía,
cuasi sin duda ninguna,
que a la dentrada e'la luna
la tormenta se vendría;
por todos laos se alvertía
como a modo e'cerrazón,
uno que otro gaviotón
en busca de aire volaba,
la yeguada relinchaba,
y escurecía la estensión.
Y ansí jué; nos dispertamos
de un trueno al ruido primero
que hizo cortar el nochero
que atao a soga dejamos;
catres y recaos dentramos
en que dormíamos tranquilos,
eran bordonas los hilos
del alambre esa ocasión,
y la noche un pizarrón
escrito con rejucilos!
Y comenzó a descolgarse
el agua que Dios mandaba,
y la piedra desgajaba
al plantío en su hamacarse,
un perro quiso ganarse
a la cocina, asustao,
pero el techo había volao,
y a una acacia preferida
el viento en su arremetida
pa siempre la había tumbao.
Y al otro día se vido
el daño e la tempestá,
más destrozos por acá
y un sauce grande rompido;
y allá, blanquiando, tendido,
por un rayo julminao,
¡a mi tordillo platiao,
que como señas ingratas,
mostraba en las cuatro patas
las listas de lo quemao!
(Foto: Eduardo Amorim)
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