(Pintura: Francisco Madero Marenco)
No había aclarao toavía
cuando salimos del rancho,
apenas si, sobre el ancho
campo alto se alvertía;
pero ya al venir el día
la helada se distinguió,
todito el campo blanqueó
pero seguimo'apurao,
mi padre en un colorao
y en una petisa yo.
Apenas huellas marcadas,
por entre los jarillales,
con rastro de los baguales
saliendo de las aguadas.
Mano y oreja escarchada
cada pie ni lo sentía,
aunque chico, maldecía
haber salido a campear,
pa'colmo sin descansar
mi padre al trote seguía.
Recién como a las dos leguas,
cuando el cielo se toldó,
y la nieve se largó
como para no dar tregua.
Al no encontrar de la yegua
ni un rastro pa continuar,
me dijo: -"Vamo'a esperar
a ver si compone luego,
mientras tanto haremos fuego
hasta que entre a despejar".
Prendimos unas "matasebos"
que al alzar sus llamaradas
a las ramitas mojadas
las quería secar de nuevo.
Pero el hielo como sebo,
blanqueaba en todos los montes,
achicando los aprontes
del fuego con su calor,
viendo a nuestro alrededor
cerrado cada horizonte.
Sacamos los cojinillos
pa taparnos las espaldas,
y desde el bajo a las faldas,
se habían tapao los tomillos.
y al no ver un solo brillo
con señal de componer,
me dijo: "Vamo'a volver
porque esto a empeorado más,
y la noche se vendrá
más fiera que Lucifer".
Pa' colmo ni un piche flaco
habíamos podido ver;
todo el día sin comer
más sumido que un guanaco.
Ni una chaucha de alpataco,
ni una fruta'e piquillín;
todo nevado el Llaollín
y en los chañares más altos,
el viento como de un salto
tocaba apena'el violín.
Al tranco, al galope,
al trote, sigún como permitiera,
cada huellita campera,
mezcla de seda y azote.
Callados los cachilotes
en el fondo de sus nidos,
de ni'un pájaro en el nido
se escuchaba en los barrancos,
todo frío, todo blanco
el campo estaba dormido.
Cada azote de las ramas
primero me enfurecían,
después ya ni me dolían
la piel parecía una escama.
Sobre el recao como trama
la nieve se amontonaba
y eso más me congelaba
hasta que ya no sentí
ni siquiera la nariz,
la petisa me llevaba.
Cuando ya noche cerrada
llegamo' al rancho de vuelta,
entre la perrada suelta
me bajé como en picada.
Y al ver que las piernas nada
me respondian pa pararme,
quería en la yegua apoyarme
pero el engarrotamiento,
me había dejao por momento
sin juerza pa'manejarme.
Recuerdo que el tata dijo,
al verme como un despojo,
-"¡Pucha que había sido flojo,
mi compañero, colijo!"
Y entre tantos amasijos
que me dieron sobre el cuero,
sentí como un hermiguero
y después de un cafecito:
me dormí en lo calentito
del fogón, como un cordero.
hola quisiera corregir el titulo que no se llama asi se llama "como un cordero". Gracias.
ResponderEliminarPaaa!! un lujo su aporte don Maxy! Tarde pero seguro se lo corrijo!
ResponderEliminarGracias por participar! Saludo campero!