(Pintura: Carlos Montefusco)
Ella estuvo en la tranquera,
mirando fijo el camino...
¡Esperó en balde!...¡No vino!...
y oscureció campo afuera.
"¡Por ahí viven los Aldabe;...".
"él tuvo amores con Pura..."
"¡Pero nó; si siempre jura"
"que no lo quiere!...¡quién sabe!"
Esto dijo sin malicia,
rumbeando, triste, hacia adentro;
y el perro salió a su encuentro
para hacerla una caricia.
Mientras busca en su defensa
mil razones, mil excusas,
intercalan las lechuzas
una duda en lo que piensa.
Cuando se dió por vencida,
golpeada por la tristeza,
fue inclinando la cabeza
hasta quedarse dormida.
.................................
Da un tero su voz de alerta,
diciendo a gritos su nombre;
y la silueta de un hombre
pasa acechando la puerta.
Viene borracho de pena.
Viene estrujando sus nervios.
Es de los gauchos soberbios,
pero el amor lo sofrena.
Le han dicho en la pulpería
que, de un rancho al rancho de ella,
un hombre marcó una huella
que no olvidó todavía.
Muerde a ratos el barbijo,
la garganta se le anuda...
¡quisiera poner en duda...
la honradez del que lo dijo!
Piensa nombres diferentes;
ve de un amigo la sombra.
Tiene miedo; no lo nombra...
y hace rechinar los dientes.
Así llega hasta su choza
llevando un martirio a cuestas...;
y el perro, aquel, le hace fiestas
como enviado por la moza.
Toma y deja sus maletas...
se acuesta, luego hace empeño
por echarle un pial al sueño
que le anda haciendo gambetas.
¡Es otra nueva derrota!
De contrario a sus anhelos,
tiene un camoatí de celos
que el amor propio alborota.
Loco de dolor ensilla;
no estriba, monta de un salto.
¡Tan ligero cruza un alto
que lo ahoga la golilla!
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