(Pintura: Carlos Montefusco)
Soy pobre y no tengo nada
y puesto que nada tengo
a contar la historia vengo
de mi mocedad pasada,
porque al pulsar la encordada
cada vez que tomo un trago
sin mentir y sin halago
suelo darme a conocer.
Porque yo supe tener
el mejor pingo del pago.
Yo fui el gaucho de melena,
vincha, chambergo y barbijo
que supo lucir prolijo
pañuelo y chaqueta buena,
una rastra con cadena
adorno del tirador,
un puñal de lo mejor,
chiripá, bota y espuela,
un poncho y una vihuela
y en el alma un payador.
La preciosa compañía
de mi rancho y de mi china
en mi gran pampa argentina
fue el orgullo de mi hombría,
y cuando una fiesta había
en cualquier parte que fuera,
mi gaucha a lo pueblera
se arreglaba el empilchao,
y yo con ella ennancao
caía a la fiesta campera.
Me bailaba un pericón,
zamba, cielo, cueca o gato,
luego les cantaba un rato
y me acercaba al fogón
donde el verde cimarrón
con tortitas no faltaba,
luego a apostar se empezaba
a las carreras cuadreras,
y hasta las chinas puebleras
clavaban suerte en la taba.
Y cuando apuntaba el día
el gauchaje entusiasmao
se le prendía al asao
con la mayor alegría,
el que prenda no tenía
se ofrecía de compañero,
y si el tiro era certero
a la que se le apuntaba,
tanto y tanto la ronceaba
hasta prenderle el yesquero.
Por eso que al lamentarme
cuando el pasado recuerdo,
de rabia chupo y me muerdo
porque no puedo olvidarme,
y al no poder habituarme,
a soportar el amago,
con el recuerdo me embriago
porque esa es la pena mía,
recordarme que tenía
el mejor pingo del pago.
Moreira murió, y su muerte,
fue la muerte del gauchaje
que con altivo coraje
jamás le temió al más fuerte,
yo por desgracia o por suerte
como reliquia he quedao,
y tan pobre me han dejao
los que hoy tienen el oviyo,
que por no pedir cuchiyo
hay veces ni como asao.
Acabo de decubrirte el blog buscando una letra de don Omar Moreno Palacios, y tengo que decir que me gustó muchísimo.
ResponderEliminarVoy a seguir chusmeando, y a volver cada vez que pueda.
Un abrazo.