viernes, 14 de mayo de 2010

Por una china


-¡Parensé! ¡Nu es ansina
que se matan los hombres!
- ¿Y quién lo mete
a'pagar el fogón d'esta cocina?
- Algo haberá, paisano,
si le pido que envaine y me rispete;
no me'pegao este galope en vano.
- Mejor, hagasé a un lao, ya que ha venido
sin que naide lo llame y dé sentencia;
el que quede parao, jué el ofendido:
pa'l otro basta un rezo
que le aliviane un poco la concencia.
- Ni soy melico ni se trata d'eso.
- Entonce, está demás, y como el caso no almite ni testigos ni tardanza,
estribe y siga pal boliche al paso;
uno'e los dos, siguro que lo alcanza.
-¡Párensé, les he dicho,
y tendré mis razones: nu es ansina
que se matan los hombres pu el capricho,
atravesao y sucio, de una china.
- Pero, ¿y usté quién es?
- ¿Yo? Nada... y mucho,
uno que agata, en ciertas ucasiones
dió por su vida, ni el valor de un pucho,
o se sentó de miedo, en los garrones.
Antes que ustedes, he freniao quereres
y antes de verme con la barba blanca
por caudillos, partidos y mujeres,
gané los montes con la muerte en l'anca.
Dentro pues a enjuiciar aunque les duela;
¿vos, quién sos? vamo a ver, un pión de tropa
que te doblás al sol como una vela
o tiritás de frío en la nevada
sin tiempo pa cambiarte ni la ropa
y a fin de cuentas te encontrás sin nada.
¿Y vos?... un gaucho con tesón de hormiga
que te agrandás en el trabajo, al ñudo,
pa verte al fin como el maizal, desnudo,
dispués de haberlo coronao la espiga.
Dos paisanos honraos, a cual más güeno,
que ya tienen de sobra
con cuidar y sembrar el campo ajeno
pa dir perdiendo lo que el dueño cobra.
¡Y se iban a carniar!... Guarden el fierro;
pa'l que ha vivido lo que yo he vivido
no hay vicio más injusto y sin sentido
que el vicio zonzo de peliar, del perro...
¿Jué por una mujer?
Por eso ha sido.
Entonces, muenten; güélvansé a la reja.
Yo conozco a la moza del asunto,
esa nu es una china, ¡es una oveja!
y es poca plata oveja por dijunto.
A denguno'e los dos tiene estima,
vive engañando, pincha como el tala,
hasta la madre la olvidó por mala,
pasa pu al lao no más, y ya lastima.
Y usté, descréido, pa que no se encoja
como potro cinchao en la berija,
o pa réirse de mí, si se le antoja,
que ansí paga la vida a quien se ofrece,
oiga esta confesión que me deshoja:
esa mujer sin corazón, es m'hija...
¡Aura pueden peliar, si les parece!

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