viernes, 7 de mayo de 2010

Al fin y al cabo (foto: Eduardo Amorim)


Traigo en mis manos el frío
de un sin fin de madrugadas
talvez por eso mis manos
son torpes pa la guitarra.

En mis brazos traigo el duro
luchar con la hacienda brava,
talvez por eso mis brazos
no aquerencian las muchachas.

Y, en mis ojos, pobres ojos,
resplandores de pasadas
miserias con gusto a pena
y arisco rigor de estancia.

Dejé mi pago pensando
que lejos talvez hallara
lo que no pude hallar cerca;
error que a tantos engaña.

Cambiar de pago es tan solo
probar suerte en otra cancha;
sin pensar, que pal que és pobre
la tierra está emparejada.

Va a encontrar el que camina
aujeros pa mil rodadas:
tucu-tucos, hormigueros
y cavernas de vizcachas.

Mas, las rodadas se hicieron
pal hombre que piensa y anda,
el que nació pa estar quieto
no apeligra en las rodadas.

No me pesa haber salido
a pesar de no hallar nada
canto cuando ando en la güena,
aguanto si ando en la mala.

Me gusta el árbol pa verlo
aquerenciar las bandadas
a mí me gusta ser pájaro;
el pájaro vuela y canta.

Total, si nací pa pobre
me sirven todas las canchas.
Cuando es limpia la pobreza
es una cosa sagrada.

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