martes, 6 de abril de 2010

Soledad Montoyera


Veo el monte juntar sombras
mientras pesco en un ramblón,
un domingo de los peores
solito mi corazón.
El perro ha venido a hecharse
aburrido como yo,
atado cerca en un limpio
pastea mi mancarrón.

Como a una vara del agua,
vuela el Martín Pescador,
como aguaitando el momento
de pegar el zambullón.
Me dió como descontento,
vine a dar a este rincón;
ya ni me gusta hechar humo...
masco el tabaco mejor.

Uno es peón de campo, ¡claro!
es carrero, es arador,
es tropero en ocasiones,
y de a ratos domador.
Sabe trabajos de monte,
de guascas y de galpón,
sabe remediarse en todo
pero siempre anda pobrón.

Me pongo a escuchar las aves,
y del vacaje el rumor;
no me interesa el anzuelo
hay puro descarnador.
Grita porfiado el carau,
y el carancho alzo la voz
y sigue el protestadero
como viejo rezongón.

Raya el aire atardecido
del bañado el rayador,
la gallineta de lejos
manda su grito burlón.
Llamo al perro, monto el bayo;
el domingo terminó,
mañana será otro día
solito mi corazón.

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