(Foto: Pedro Luis Raota)
Señor, te viá pedir de güeno a güeno
confiao en tu bondá bien demostrada,
un poco de élla, pa un hermano mío...
Ñués nomás que pedirte una gauchada.
Yo no tengo derecho pa invocarte,
ende muy chico no te rezo nada;
no me acuerdo de vos, si ando en la güena,
suelo acordarme sí, si ando en la mala.
A veces, pa ofenderte, no te ñego:
Si me chamusca el lazo en las pialadas,
si me quita el cabestro algún clinudo
y busca el campo repartiendo garras.
O, agarro en un fogón, sin darme cuenta
de la caldera muy caliente el asa;
nos hiciste flojones pa lo malo...
Nos hiciste más víbora que garza.
Pero sé que sos güeno. ¿Quién no ha visto
al pájaro que surca las distancias
pa trair un gusanito al pico abierto
de una espera sin plumas en las alas.
Y quien no ha visto a la tigresa madre
con qué amor sus cachorros amamanta
todo lo has hecho vos, de güeno y grande.
Como vas a negarme una gauchada.
No via pedirte por mi pobre hermano
lo que no hacés por otro; que esperanza,
él es aguantador pa las bicheras
y viene, como yo, de güena raza.
Lo templaron los soles y los fríos,
lo caroñó la vida despiadada,
y él pelió la pobreza sin doblarse
pa no ensuciar con barro su alma blanca.
Defectos tiene sí, pero a lo pobre:
se arrima a un mostrador a colar cañas,
se sienta a una carpeta a probar suerte...
y suele entretenerlo una guitarra.
Mas, vos que sos tan güeno y perdonaste
a tanto redotao por la desgracia,
echale una manito: que se cure.
Yo te voy a rezar por la gauchada.
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