miércoles, 21 de octubre de 2009

Guitarra de Dios


Yo soy guitarra de Dios;
guitarra de carne viva,
para que el hombre reciba
la música de su Amor.
Aprieta mi diapasón
su mano que duele a veces,
y mi sangre se estremece
cuando El me pulsa las venas;
por eso mi canto suena
más alto que los cipreses.

No soy de madera fina
ni de cuerdas delicadas,
igual que esas encordadas
que lucen en la vitrina.
Si mi canto desafina
por Él me dejo templar,
y así, viviendo al compás
del divino Guitarrero,
hago bajar los luceros
hasta mi pecho bagual.

Ni envidia tengo al zorzal
por su música sonora,
o a la calandria cantora
que se posa en el sauzal.
Y el más fuerte temporal
no me hace envidiar su voz,
que estando juntos los dos
mi canto nunca se calla
y adonde quiera que vaya
yo soy guitarra de Dios.

Habrá de llegar el día
- cuando se rompan mis cuerdas-
en que mi nombre se pierda
como botella vacía.
Y el Señor que es mi alegría,
lleno de inmensa pasión,
me traerá a su corazón
-eterna LLama de Vida-
¡y seré brasa encendida
para siempre en su Fogón!

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