miércoles, 13 de mayo de 2009

Milonga de los asados.



Cuando el día clava el cacho
igual que un toro cansado
y se va yendo la tarde
detrás del último pájaro;
veo venir los amigos
por el crepúsculo manso
y un fino polvo de júbilo
se levanta de sus pasos.
En la leña quema grillos,
el corazón del quebracho.

La noche, madre del humo,
riega sombras por el patio
donde, lento como el tiempo
suena a chicharra el asado.
El vino, padre del sueño
despierta de su letargo
y entra como un río nuevo
en el secadal de la sangre.
En cada vaso de vino
hay siempre un trago de marzo.

Cuando la luna curiosa
se sube a los altos alamos,
me gusta cantar a dúo
y compartirme en el canto.
Entonces me crece el sueño
de un día no muy lejano
en el que mi pueblo macho
amenaza liberado...
¡Va a ser de ver por el cielo
el humo de los asados!

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