jueves, 14 de mayo de 2009

La mano de mi rumor


No puede ser que me vaya
del todo cuando me muera,
que no quede ni la espera
detrás de la voz que calla.
No puede ser que solo haya
ciclos de sombra y olvido
en este amor desmedido
que se me hiergue en el pecho,
si hasta en el trino deshecho
se salva el duelo del nido.

Pongo mi infancia en canciones
y siento que se ilumina
una siesta golondrina
toda duraznos pintones.
Celebro las estaciones,
lloro su fugacidad.
Y al anegar de piedad
la mortaja de su, gloria,
me crecen en la memoria
remansos de eternidad.

Cuando, no esté, cuando el leve
sobresalto que me ordena
se trueque en tiempo de arena
conmemorado, en la nieve;
cuando en mis venas abreve
la liturgia de la flor,
tal vez algún labrador
cansado de madrugadas
sienta en sus manos aradas
la mano de mi rumor.


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