Cuando mi zarco maceta,
se empezó a poner vichoco,
pa que descansara un poco
me compré una bicicleta.
Aunque bellaca y repleta
de mañas y de cosquillas,
yo, que he domao cien tropillas,
en un mes, la hice de andar
y me largué a disputar
la penca de las Mil Millas.
Me julepió de endeveras
largar de Montevideo
con mi “chiva” de paseo
entre “chivas” parejeras.
Puras marcas extranjeras
de diferentes naciones.
Yo de bombachas marrones
parecía más ridículo
al dir montando un vehículo
fabricao en Canelones.
Mencionando a cada hombre
mezclaba el alto parlante
la firma de un comerciante
y productos de renombre.
Cuando se anunció mi nombre
ya no me sentí tan solo:
Juí presentao por Manolo
y Ezequiel Echeverría
con su tambo, lechería
y venta de cuartirolo.
Pregunté el itinerario
y agarré velocidad
y llegué hasta Libertad
seguido de un adversario.
Al pasar frente a Rosario
le dentró la parsimonia
y cuando llegué a Colonia
–punto final de la etapa-
me recibieron con grapa
y una linda ceremonia.
Por la ciudad rosarina
volvió a cruzar mi persona
y pasando por Cardona
llegué a Santa Catalina.
Un pelotón en la esquina
me quiso tender sus redes
y entre espadas y paredes
crucé el pueblito Rodó
pero al fin… primero yo
tomando grapa en Mercedes.
Más rápido que los vientos
y contra el viento reinante,
llegué lejos adelante
a los pagos de Fray Bentos.
Sin ponerme linimentos
pa entibiar el caracú,
fresquito como un ombú
y más fuerte que las rocas
tomé una grapa en Tres Bocas
y dos más en Paysandú.
Cuando salimos de allí
se me ocurrió hacer un alto
y antes de llegar a Salto
chupé grapa en Chapicuy.
Al rato me les perdí
detrás de la polvadera
y dando la vuelta entera
finalicé la jornada
tomando grapa cortada
en la ciudad sanducera.
Compré un radio a transitor
y frente a Young lo prendí,
cuando al referirse a mi
anunciaba el locutor:
-El raro competidor
de asombrosa calidad,
rey de la velocidad
que siempre se nos escapa,
debe estar chupando grapa
en un bar de Trinidad.
En la siguiente partida
hice más fuerza que un asno
y tomé grapa en Durazno,
Sarandí Grande y Florida.
Llegué a la meta enseguida
con ventaja de una hora
y entretuve la demora
estudiando bien el mapa
después de llenar con grapa
el “chifle” y la cantimplora.
Salí como una luz mala
en el siguiente eslabón:
tomé grapa en San Ramón
y tomé grapa en el Tala.
Me armé un cigarro de chala,
me compré unas golosinas;
en Migues robé gallinas,
pinché mi “chivita” guapa,
puse un parche, tomé grapa
y llegué primero a Minas.
En el último escarceo
y con una tranca loca,
crucé primero por Soca,
por Pando y Montevideo.
Me entregaron el trofeo
y al abrazarme mi amada
me vi montao en la almohada
escuchando el despertar:
-Dejate de patalear
que me tirás la frazada!
Sabiendo inútil mi empeño
de competir y vencer
me dio rabia comprender
que todo había sido un sueño.
Y me sentí tan pequeño,
tan derrotao, tan vencido
que pa conseguir olvido
le saqué al “chifle” la tapa,
me tomé un litro de grapa
y volví a quedar dormido.
Realmente unas letras fabulosas
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