¡Pucha que es triste
tener el rancho ansí, como tapera,
sin tener un jazmín que lo perfume
ni un zorzal que le cante en la cumbrera!
Dende que asoma el alba hasta la noche...
solito por la huella,
si ensillo mi cabayo pa ir al pueblo...
denguno me acompaña a la tranquera,
Y al volver por la noche, está mi rancho
¡tan solo!, ¡tan oscuro ! que da pena!...
Algo me falta...
No basta que uno tenga un poco 'e yerba
o un zoquete de carne pa'l asao,
o un chala pa pitar cuando se ofrezca.
Es algo más... y ese algo
¡amalaya! mi Dios, si lo tuviera.
¡amalaya! mi Dios, si lo tuviera.
Lo que me falta es ella:
la hija del pulpero.
La que tiene dos soles en los ojos,
una noche 'e tormenta entre su pelo,
un camoatí en los labios
y un pichón de paloma
en cada seno.
¡Si!, ¡es ella!.
A veces cuando llego hasta el boliche
y me abajo a tomar una giñebra,
me recuesto en la puerta que da al patio,
pa así, cuando se cruza, poder verla.
Yo he querido decirle muchas cosa
pero ¡'qué "mie...zca"!,
las palabras toditas se me añudan,
y no puedo decir lo que quisiera.
Yo me tengo aprendida de memoria
una declaración entera.
Que me la acuerdo bien cuando estoy solo,
y me la olvido cuando estoy con ella.
¡Cosas de la vida!...
Guapo como denguno ¡y ande quiera!
Capaz de matar tigres a talero,
de peliarlo al más hombre a poncho y tierra.
Y no tengo coraje pa decirle
que me sobra ternura pa quererla.
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