"...guacho y gaucho me parecían lo mismo, porque entendía que ambas cosas significaban ser hijo de Dios, del campo y de uno mismo". (Don Segundo Sombra)
Cuelgo este salmo para rezar gauchamente por todos los enfermos del coronavirus, especialmente por el paisano y aparcero Guillermo "Willy" Ponti por quien pedimos una pronta recuperación.
Para esta película, Neyra contrató parte del equipo técnico de Torre Nilsson y a actores de primera línea, a los que se sumaron algunos extras locales. La filmación comenzó en febrero de 1970 y se estrenó en el Gran Cine Ocean de esa ciudad. Fue la única película de Neyra.
La película fue filmada en 1969 en Bahía Blanca. Juan Carlos Neyra, que la guionó, dirigió y produjo, era un productor rural cuya única actividad vinculada con el cine había sido la de asesor costumbrista de Leopoldo Torre Nilsson en el filme Martín Fierro. Luego de esa experiencia se propuso hacer su propia película, dedicada a los "pioneros del desierto" en la que se propuso recrear "la lucha del soldado fortinero en el medio inhóspito de la pampa".
Película ambientada en las fronteras de la conquista del desierto argentino en la Pampa en 1875. La llegada de un joven oficial que viene con nuevas ideas y la repercusión en los soldados y demás habitantes del lugar.
La frontera olvidada es una película Argentina dirigida por Juan Carlos Neyra sobre su propio guión que se produjo en 1969 y se exhibió en Bahía Blanca en 1970 y estrenada comercialmente el 5 de agosto de 1996.
Tuvo como protagonistas a Lautaro Murúa, Ricardo Passano, Ubaldo Martinez, Lito Cruz y Arturo Puig.
Película Argentina escrita y dirigida por Juan Carlos Neyra, producida junto con su hermano Mauro César Neyra.
Filmada en 1969 en las cercanías de la estación "La Vitícola" en el partido de Bahía Blanca. Se estrenó en el año 1970 en el Gran Cine Ocean de esa ciudad.
Este año se cumplen 50 años de su estreno.
Blas Ardao tenía una novia
fruto de un rancho muy pobre,
casi aripuca, nacido
mismo en las barbas del monte.
Más que nacido, allí estaba
como esos zarzos que pone
la resaca de los ríos
en sarandíes y molles.
Alrededor del ranchito,
tradición de pescadores,
tendido al sol, el trasmallo;
varado en la arena, el bote;
más allá, playa y ausencia...
Arriba... lunas y soles.
...Linda y buena la chinita.
De apelativo, era Gómez;
y de nombre... Flor Celeste
-por la flor del camalote-.
Mestiza; de ojos rasgados
a filos de medianoches,
solía empolvarse el cabello
con rocío, y era entonces
que -por no llevarlo suelto-
se lo ataba con canciones.
Sólo tuvo una ilusión:
ser de su Blas.
Pero entonces,
bendecidos por el cura
y -con ser huérfana y pobre-
llevar un vestido blanco
con encajes y con flores.
Blas, un mozo bagayero.
Bien de la costa. Muy hombre.
Capaz de domar el río
que - cuando viene salobre-
se levanta en cerrilladas
de corcovos cimarrones.
Era un "dorao" en el agua!
Había que ver los colores
con que el sol le resbalaba
por los músculos de bronce!
Sólo tuvo una pasión:
Flor Celeste.
Pero entonces,
era su ley no casarse
sin adornar sus amores
con aquél vestido blanco
que era el sueño de la pobre.
Pensaba... en "el otro lao".
Después de juntar cobres,
ya lo hallaría en El Tigre
o en San Fernando o en donde
pusiera Dios un vestido
con encajes y con flores.
Primero... por ser su oficio.
Y después...por ser muy hombre
cuajar en seda y peligro
su ilusión y, entre rubores,
entregarle aquél regalo:
"... Pa'vos, Flor Celeste Gómez!".
El Paraná de las Palmas
y el Miní, vieron cien noches
cruzar su larga canoa
cortando las cerrazones
o soslayando la luna
por la sombra de los montes.
Mire que corrió peligros!
Un guardacosta una noche
le ametralló la canoa,
y se salvó porque el pobre
sabe tener Dios aparte
si el coraje le responde.
Lo sacó esa vez en ancas
un zarzo de camalotes
donde halló una flor celeste
como Flor Celeste Gómez.
Después ganó una ponchada
de estrellas, lunas y soles.
Fue y vino. Trajo esperanzas
y llevó desilusiones.
Los remos en los toletes
iban lustrando aquél nombre
de flor que siempre se abría
cuando cerraba la noche...
Hasta que un día en la playa
le confesó a tropezones:
"...Voy a buscarte el vestido.
"Anduve juntando cobres...
"Si Dios me ayuda en el río
"volveré pronto y ...entonces,
"vamos a hablar con el cura
"por fin... Flor Celeste Gómez!".
Pero ella, ya lo sabía:
Se lo anunciaban los golpes
del corazón en el pocho,
la playa, el cielo y el monte,
y hasta el río le cantaba.
"Por fin, Flor Celeste Gómez!".
Es duro ser bagayero...
Pero hasta es lindo ser pobre
para juntar la esperanza
de a poquito... cobre a cobre.
Flor Celeste rezó mucho.
La vieron los pescadores
varias veces en la playa
y en cruz con el horizonte...
Varios vestidos de novia
le dieron las cerrazones;
tiaras cuajadas d'estrellas
puso en sus sienes la noche;
la brisa vino a ofrecerle
marchas nupciales, y el monte
sus profundas catedrales
sin oro, plata, ni bronces.
Al fin...
Ardió todo el tiempo
de la espera, y una noche
llevó a Celeste a la playa
su sueño de camalote.
Pero esa noche, bramaba
la sudestada...
Esa noche
las manadas del oleaje
quebraron el horizonte.
...De rodillas en la arena
-tronchada flor de temores-
se fue desgranando en lágrimas
como un rosario salobre.
Blas, ya estaba de regreso.
Luchaba entre los fulgores
de unos relámpagos bajos
que taladraban la noche
mostrándole cerros de agua,
bayos... oscuros... deformes...
Un rayo fundió las sombras
y el cielo combado en bronce
retumbó bajo la furia
de los truenos;
desde entonces,
todo el tiempo fue granizo
descolgado en chaparrones
ocultando la canoa,
hasta que un tronco de molle
que giraba en la creciente
se la hundió de un solo golpe.
Blas, luchaba todavía;
nadó mucho.
Casi sobre
la costa, rayando el alba,
se dejó hundir con un nombre
de mujer entre los labios:
"Adiós... Flor Celeste Gómez!"
A los pies de Flor Celeste
llegó un vestido esa noche...
Se lo trajo el Uruguay,
padrino de sus amores...
Los tules eran de espuma,
flores del monte las flores,
y el río pasó cantando:
"Adiós, Flor Celeste Gómez!".
Al cáir al rancho de güelta
en una oración tan fría
aquerencia la alegría
tibia, que la brasa suelta;
el fogón, en su resuelta
atitú de dar calor,
ofrece’l reparador
amparo de su templanza,
y el cuerpo mejor descanza
con un mate sentador.
A un banco que suelta quejas
-sentao- las botas me saco
y los pie’ cansao atraco
a unas alpargatas viejas;
al bigote y a las cejas
los siento como mojao,
a los ojos, achinao,
y a la cara muy reseca
¡que te hace’l frío una mueca
el gesto más delicao!
Suerte que al lao del fogón
se hacen las horas serenas,
hasta se’ntibian las penas
y se templa el corazón.
Un charrusco sabrosón
bien empareja las cargas
y acorta las noches largas
un verso de muchos pié,
de’sos mesmos que trencé
en tiempo de horas amargas.
Al catre va la osamenta
pa’ redomoniar un sueño,
que amuestra la noche’mpeño
pa’ una helada suculenta;
más de una matra calienta
la cama de mi sosiego
y endemientras que m’entriego
dispacito al dormir mío
pienso, ¡amalaya, que frío!
…y habré de toparlo, luego…
Voy a pedir un barato
creyendo que soy capaz
de hacer a poncho, nomás,
el decir de mi relato,
es medio potro y lo ato
pa’ darle una palenquiada
enfrente’e la paisanada
y ya con un trecho andau
veré si salgo parau
si pega una costalada.
Formé “tropilla” de sueño
a lo largo de mi vida
y entablé la recorrida
ensillando, “el empeño”.
Nunca de nada fui dueño
pero sí en mi corazón,
ha latido la emoción
de manera muy genuina
porque tuve una “madrina”
que se llamó “la ilusión”.
Su madre fue “la esperanza”
y su padre “el pensamiento”,
le embozalé “el fundamento”
y de cencerro, “confianza”,
el tañido que se afianza
al valorar la querencia
en los campos de “la ausencia”
entre loma’y pajonales
atravesando los males
curtido con “la vivencia”.
Y entablando “el placer”
también entablé “el sufrir”
y en ese ir y venir
fui sumando “el querer”,
que junto con “el deber”
anduvieron el camino,
cerca’e la madrina vino
uno de pelo intrigante,
medio a la par, adelante,
y su nombre fue “el destino”.
Marcó un rumbo “la pobreza”,
pero sin tener un real,
de algún momento especial
guardó la mayor riqueza;
tuve “el logro” con guapeza,
que también supe entablar
y otro, pa’ mal recordar
que se llamó “el fracaso”,
ese que cortó mi lazo
y entraron a disparar.
Ya no estoy entropillando,
es otro tiempo, otra acción,
hoy tengo este redomón
“el relato”, enriendando;
los años fueron pasando
y aquí me tienen plantau,
algo mío he valorau
para seguir en la huella…
Y si no alcanzo una estrella
por lo menos… lo he intentau.
Erase una viejecilla
que en los ojos tenía un mal
y la pobre no cesaba
de llorar.
Una médica le dijo:
- Te pudiera yo curar
si tus hijos me trajesen
una flor del Ilolay.-
Y la pobre viejecilla
no cesaba de llorar,
porque no era nada fácil encontrar
esa flor del ilo-ilo Ilolay.
Mas los hijos que a su madre
la querían a cual más,
resolvieron irse lejos a buscar,
esa flor maravillosa
que a los ciegos vista da.
------------------------------ Bernardo
- Va rajado el cuento, abuelo,
como vos me lo contáis.
¡ No habéis dicho que los hijos
eran tres!
........................................ Don Juan
- Bueno, ¡Ya están!
Y los tres, marchando juntos
caminaron, hasta dar
con tres sendas, y tomaron
una senda cada cual.
El chiquillo que a su madre quería más,
fue derecho por su senda sin parar,
preguntando a los viajeros
por la flor del Ilolay.
Y una noche, fatigado
de viajar y preguntar,
en el hueco de unas peñas
acostóse a descansar.
Y lloraba, y a la pobre
cieguecilla recordaba sin cesar.
Y ocurrió que de esas peñas
en la lóbrega oquedad,
al venir la media noche
sus consejos de familia
celebraba Satanás.
Y la diabla y los diablillos,
en horrible zarabanda
se ponían a bailar.
Carboncillo, de los diablos,
el más diablo para el mal,
¡Carboncillo cayó el último
de gran flor en el ojal!
- ¡Carboncillo!- gritó al verle
furibundo Satanás -,
¡petulante Carboncillo,
quite allá!
¿Cómo viene a mi presencia
con la flor de Dios hechura
que a los ciegos vista da?
Metió el rabo entre las piernas
y poniéndose a temblar,
Carboncillo tiró lejos
el adorno de su ojal.
Y el chiquillo recogióla,
y allá va,
¡corre, corre, que te corre,
que te corre Satanás!
el camino desandando sin parar,
y ganó la encrucijada
con la flor del Ilolay.
Le aguardaban sus hermanos,
y al mirarle regresar,
con la flor que no pudieron
los muy tunos encontrar,
¡le mataron, envidiosos,
le mataron sin piedad!
le enterraron allí cerca
del camino, en un erial,
y se fueron a su madre
con la flor del Ilolay.
Y curó la viejecita
de su mal,
y al pequeño recordando
sin cesar,
preguntaba a sus dos hijos:
-¿Dónde mi hijo, dónde está...?
- No le vimos, contestaban
los perversos, - que quizá
extraviado con sus malas
compañías andará.-
Y los días y los meses
se pasaron, y al hogar,
¡nunca, nunca el pobrecillo
volvió más!
Y una vez un pastorcillo
que pasó por el erial,
una caña de canutos
vio al pasar.
Con la caña hizo una flauta,
y poniéndose a tocar,
escuchaba el pastorcillo
de las notas al compás,
que la caña suspiraba
con lamento sepulcral:
- Pastorcillo, no me toques
ni me dejes de tocar:
¡Mis hermanitos me han muerto por la flor del Ilolay!
(Pintura: "La flauta del pastor" de Sophie Anderson)