"...guacho y gaucho me parecían lo mismo, porque entendía que ambas cosas significaban ser hijo de Dios, del campo y de uno mismo". (Don Segundo Sombra)
Por lo criollo de su cuna,
que fue un cajón lleno ‘e pasto,
porque nació en un ranchito
perdido en medio del campo
apenitas si su Madre
se abajara del montado
una noche que de escura
¡no se véian ni las manos!
y se hizo candil la estrella
de Belén, para alumbrarlo.
Porque fueron los primeros
en llegar a saludarlo
paisanos qu’en las laderas
cuidaban de los rebaños
y uno le dio un corderito
para que tuviera un guacho;
otro, lo abrigó en la cuna
con un pelego, ¡bien blanco!,
y fue su primer juguete
el cencerro de un buey manso.
De mozo, se hizo tropero;
le dio por ir arrimando
al potrero de la Gloria
las almas de los cristianos.
Y en las “sueltas” que paraba,
lo rodiaban los paisanos;
unos, porque estaban rengos;
otros, porque estaban mancos,
¡y hasta el ciego pudo ver,
y hasta el mudo salió hablando!
Porque pudo ser soberbio
y fue, ¡tan prudente y manso!
que de Todopoderoso
nunca anduvo compadriando,
que más predicó con obras
que con su hablar “comparando”,
y por los trillos que hacía
siempre iba dando una mano,
mientras anduvo en la Tierra
durante treinta y tres años.
Y al final, Jesús, el justo,
injustamente acusado
(por no saber lo que hacían,
como dijo al perdonarlos),
allá en la punta de un cerro
sobre una cruz estaqueado,
tras repartirse sus prendas
lo bandearon de un lanzazo
sin ver que matarle el cuerpo,
era espiritualizarlo.
Por lo criollo de su cuna
como empezó ese relato
por lo digno de su vida
y por su muerte, ¡a lo macho!
-en defensa de su Patria-
no le quede duda hermanos:
que en aquélla Noche Buena
en tiempo y lugar lejano,
al nacer el Nazareno,
con Él, ¡nació el primer gaucho!
Ya se acaba el 17
y cabizbajo se’ntrega
porque otro que fresco yega
que ha de ser mejor, promete;
ya tengo ensiyao el flete
-pues sentao en él, me’levo-
y como en lo crioyo abrevo
me ayego hasta su heredá
con un: ¡Feliz Navidá!,
y otro: ¡Feliz Año Nuevo!
alambraos acoyarando,
posta de vida y durando
con los años que la sellan,
sin que el tiempo le haga mella
con un dejo de arrogancia;
como atajando las ansias,
su enrejao horizontal,
está firme en su sitial
la tranquera de una estancia.
En el camino a un costao
tu madera espera ayuda,
es una reliquia muda
como emblema del pasao;
en tus goznes oxidaos
quedaron penas prendidas
da tanta y tanta partida
cuando se quiebra la voz,
poncho, pañuelo y adios
en amargas despedidas.
Posta abierta pa'l resero
en la senda polvorienta
fuiste gauchaza por mentas
en horizontes camperos;
sos división de potreros
y estás en la lejanía
como una eterna vigía
pa'cerrar o para abrirse
que con el tiempo ha de irse
pa'transformarse en poesía.
Viejo símbolo campero
en el tiempo eternizao,
nunca conoció el candao
en su eterno derrotero.
Con afán justiciero
quedarás para la historia,
te llevaré en la memoria
con el recuerdo mejor
y mi sueño de cantor
cantará para tu gloria.
Soy el hombre más ganoso
que en el mundo puede haber;
y con ganas me han de ver
haciéndome el ganancioso
y me sé hallar afanoso
con ganas de compadrear,
con ganas de enamorar
la viuda de un hacendado,
sacarle a los rusos fiado
y mudarme sin pagar.
Entre las ganas que tengo,
tengo ganas de llorar,
ganas de querer pelear
y ganas de hacerme el rengo;
con ganas me voy y vengo
corriendo a la disparada;
ganas de hacer una hombrada
aunque me cueste un reproche;
ganas de irme esta noche
con una mujer casada.
Tengo ganas a montones,
ganas de pelear los guapos;
ganas de agarrar mis trapos
y romperlos a tirones;
ganas de comer ratones
y de comer gavilanes;
ganas de agarrar los panes
y tragármelos enteros,
y buscar en los graneros
ganas de los haraganes.
A veces tengo ganitas,
¿ganitas de qué diré?
Ganitas de yo no sé,
pero ganitas chiquitas
de con mujeres bonitas
pasar noches de jaranas
y charlar en las ventanas
con Lucila y con Leonor,
porque este gaucho cantor
novia con las dos hermanas.
Tengo ganas de repente,
ganas de morir de frío;
ganas de tirarme al río,
ganas de ser presidente;
ganas de ser muy valiente,
ganas de a todos matar,
ganas de querer celar
a la pobre prenda mía,
ganas de agarrarle un día
y hacerla contracantar.
Tengo una gana importante,
ganas de hacer morisqueta,
ganas de comer galleta,
ganas de ser atorrante,
ganas de ser vigilante
y ganas de ir a misa,
y ganas de tener risa
y ganas de ir a la escuela
y bailar la tarantela
con una turca en camisa.
Como he sido aficionao
a domadas de jinete
yo también conseguí un flete
que llegó a ser muy mentao.
De potrillo fue comprao
en la estancia de un tal Luro,
hijo de un padrillo puro
y de una yegua petisa,
era de raza mestiza
mi lindo caballo oscuro.
Para pasear lo ensillaba
cuando llegaba el domingo,
daba gusto ver mi pingo
cuando a escarcear empezaba.
Mi prenda, cuando cruzaba
decía "allá va mi futuro"
y cuando ya de maduro
nuestro amor ya se pasaba
en ancas me la llevaba
de mi buen caballo oscuro.
Una vez que me largué
pa'una pulpería de afuera,
habían hecho una carrera
y a mirarle me paré.
El dueño de un pangaré
se me vino a lo seguro
y me dijo: "de aquél muro
y hasta donde usted disponga
y por la plata que ponga
le corro al caballo oscuro".
Yo no me le hice el rogao
y le acepté la partida,
le dije que le corría
pero que iba a descansar.
Me puse a desensillar
en un limpión medio duro
y monté aunque inseguro
de ganarle al pangaré,
pero ni carrera fue
pa'mi buen caballo oscuro.
A otras carreras cayó
un indio en un pingo moro,
emprendao en plata y oro
y a correr me desafió.
Le acepté, desensilló,
vide que el moro era puro...
Amigazo! en qué apuro
el pampa jugó su prenda;
yo plata, recao y rienda
y a gatas ganó mi oscuro.
Como no había tercero
le gané al fiador sin trampa
y muy enojao el pampa
ahí peló su caronero.
Le hice un tiro tan certero
que en la trompa lo perjuro
y, mi amigo, sino procuro
de cortalo de revés
me mata el pampa tal vez
por ganarle con mi oscuro.
Rienda, rebenque, bozal,
bastos, cincha, cojinillo,
tirador, rastra, cuchillo,
espuelas, fiador, pretal,
lazos, manea, pegual;
son prendas que yo procuro
y sin proceder impuro
al pangaré y al tostao
y al moro los he ganao
con un buen caballo oscuro.
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En el cielo de Belén
hay una estrella brillando,
y en el portal de Belén
hay un niñito llorando.
En el cielo de Belén
hay una estrella brillando,
y en el portal de Belén
hay una madre cantando.
Rey de los reyes del mundo,
sólo los pobres lo ven:
es el misterio profundo
del Niñito de Belén.
Mira en la Hostia divina
que está el niñito Jesús,
mira que todo ilumina
con el amor de su cruz.
Tiene en sus labios la paz
y el Amor entre sus brazos;
tiene un palomo torcaz
durmiéndose en su regazo.
Mira que pide en tu pecho
un pesebre que habitar,
para hacer su humilde lecho
donde le puedas cantar.
Mira que pide tus labios
para seguir enseñando;
mira que pide tus pies
para seguir caminando.
Mira que pide tus ojos
para seguir dando luz;
mira que pide tus hombros
para cargar con su cruz.
Mira que pide tus manos
para seguir construyendo;
mira que pide tu vida
para continuar viviendo.
Mira que pide tus penas
para continuar penando,
mira que pide tu amor
para continuar amando.
Al Niñito de Belén,
que nació para sufrir,
no lo defraudes jamás, piensa que murió por ti. En el cielo de Belén
hay una estrella brillando,
y en el portal de Belén
hay una madre cantando.
Alambre e´fardo que fuiste
el tornillo chacarero.
Dentraste en cualquier aujero
y siempre a mano estuviste.
Por la huella te perdiste
como se fue la alpillera,
te tapó la polvareda
que echó el progreso a su paso,
y hoy no se halla ni un pedazo
Pa´una atadura cualquiera.
El nylón te ha superao:
hoy ya no se usa el alambre.
Si hasta parece un matambre
todito el pasto arrollao.
Ya no se te ve colgao
en el gancho de un galpón.
Salvaste la situación
aliviando alguna penas
Y pa´unir a dos cadenas
Te pusieron de eslabón.
Juiste tiento en el apero
de una costura apurada.
Y ataste la empalizada
Pa´l zarzo del gallinero.
También te usaba el pueblero
para más de una labor.
Y te derritió el calor
-si me acuerdo ¡la gran siete!-
la lengua de aquel soplete
en manos del soldador.
A veces te colocaron
como manija pa´un tarro
y en tractor y en el carro
pa´emergencias te llevaron.
Los niños te utilizaron
de arito pa´hacer burbujas.
El linye te usó de auja
costuriando la alpargata
y en otras te hicieron plata
cuando cayó algún ciruja.
En el perno e´la volqueta
al cáirse la titular
vos la fuiste a reemplazar
ya convertido en chaveta.
Fuiste suncho que asujeta
en esas jaulas quinteras
y también de abrazadera
te supieron colocar
cuando había que prolongar
los metros de una manguera.
Tan sólo quise nombrar
de este alambre algunos usos.
Quizás parezca inconcluso,
mucho me faltó apuntar
y al volverlo a recordar
se me alegró el lao izquierdo
y como nunca fui lerdo
una hebra supe guardar:
hoy la voy a utilizar
pa´colgar estos recuerdos.
Boliche’el camino real
que entre Cañuela’y Las Heras
vos fuiste lugar de espera
del resero, del mensual;
en mi verso decimal
yo le canto a tu memoria,
fue tan grande, tan notoria
tu ausencia de ese paraje
porque pa’quel paisanaje
fuiste un pedazo de historia.
“Los Alamos” se llamaba
aquel boliche qu’era
parada de la galera
y todo aquel que pasaba;
los gurises que pescaban
en el “arroyo tercero”,
frente a tu reja pidieron
con ansia de chiquilín
la cola o el naranjín
pa’ refrescar el garguero.
Días de lluvia, de barro
a veces meses enteros,
y allí cáiban los tamberos
en una veintena’e carro’,
al barullo de los tarros
después de haber descargao
era el parar obligao
para tomar el Vermú,
la ginebra o “Caña Ombú”
y dar resuello al atao.
Parece que se hamacaran
tuitos al mesmo compás,
el de adelante, el de atrás,
el ladero, el de las varas,
zainos, pampas, malacaras…
¡cha! si había una tropilla,
y al costao de la gramilla
ande empieza el caminito
hacía el sudor un charquito
al chorriar por las ranillas.
Anda al trote Don Vicente,
corre fuerte el coperío
pa’ atender tanto gentío
hay que ser sobresaliente
siempre atento con el cliente,
parroquiano o forastero,
repleto el estante entero
con yerba, fideo, sal fina
pa’ abastecer la cocina
de la estancia o el puestero.
Como resonando el eco
de aquel grito de ¡Opa… opa…!
por áhi llegaban las tropas
que venían dende Areco;
al tranco pausao y chueco
como Güiraldes lo nombra,
pisaba la verde alfombra
de mi “pago cañuelero”
Nogueira, el gaucho arequero
y el alma del Viejo Sombra.
“Alamos”…! que en un pasao
fuiste de Vicente Feito
el tiempo te ganó el pleito
y quedaste abandonao;
¡si se habrán hecho asao’,
corderos y costillares!
grandes bailes familiares
‘nel patio bordeao de yuyos,
sitio que fuera un orgullo
de nombre, en estos lugares.
Boliche que te lucías
con tu cancha, tu frontón;
pa’l tiro de algún chambón
tejido arriba tenías;
‘pelotaris’ que venían
a caballo, en bicicleta,
se juntaban los atletas
pa’ competir en el juego
y aún conservan “Los Gallegos”
varias yuntas de paletas.
Amigo ‘e toda la gente,
de Juan, de Pedro, de Andrés,
era el linyera irlandés
que vivía bajo el puente,
verlo allí era muy frecuente
al ruido de las chancletas,
tiocas las manos, masetas,
y aún hoy, endispués de muerto,
recuerdan a Don Alberto
su luchar con la maleta.
En un marco de recuerdo
sobre un lienzo de memoria
fui dibujando tu historia
al tranco cansino y lerdo,
en el pasado me pierdo
para poder rescatarte
cual si fuera una obra de arte
te llevo en el corazón,
por si se da la ocasión
de exponerte en cualquier parte.
Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.
A tí, celestial princesa,
Virgen sagrada María,
yo te ofrezco en éste día:
alma, vida y corazón,
mírame con compasión
no me dejes madre mía.
Mis consejos le han de cair al viejo, al mozo, al cachorro y si lonjazo no ahorro es pa sacarles provecho que el hombre ha de ser derecho lo mesmo que cueva 'e zorro.
La decencia es una planta
que no le teme al pampero,
las flores de enero a enero
se seca al menor descuido
y el hombre que la ha perdido
al diablo le ha vendido el cuero.
Un amigo es un amigo: ricachón, tristón o en pata no lo pulsés por la plata cuando veas sinceridad que él beberá tu amistad aunque sea en un jarro'e lata.
La mentira es una doña
pinchadora como espiche,
aunque de lejos te biche
cortale la rilación;
con la verdad y la razón
comprás en cualquier boliche.
El que da sin que le pidan en su nobleza se agranda, si el corazón te lo manda jamás te arrepentirás: la galleta que comás te va a resultar más blanda.
Se perdonante con esos
que la bondad te lonjearon,
y a la maldad la dejaron
pastoreando en tu terreno,
si a Dios por ser gaucho y bueno
también lo crucificaron.
Saber elegir mujer es mucha sabiduría mas naides decir podría salvo de todo engaño: si la que eligió pa'un año le puede durar diez días.
La bruja de la guadaña
ya está amagando a este viejo,
ahi va mi último consejo
y no lo echés al olvido:
si en tierra gaucha has nacido
por ella da hasta el pellejo.
Las torres se levantan cuan brazos poderosos
Y el alma se estremece cruzando este portal: Señora de Luján
Aquí nos encontramos con vos y con nosotros
Como aves cobijadas en tu alma maternal: Oh madre celestial
HERMOSA COMO EL CIELO, BENDITA SIN IGUAL.
MIRAME CON TERNURA DIVINA Y MATERNAL.
MIRAME Y NADA MAS.
Aquí le das consuelo al triste y lo levantas
Y sanas las heridas del alma popular ungiéndola de paz
Aquí se humilla el rico postrado ante tus plantas
Y aquí reafirma el pobre su inmensa dignidad: Señora celestial
Al contemplar tu rostro, espejo de la gracia
Reciben los pequeños la luz de tu bondad, Señora de Luján.
Y aquí dejan los sabios soberbios su arrogancia
Para beber un poco de tu fresca humildad, remanso celestial.
HERMOSA COMO EL CIELO, BENDITA SIN IGUAL.
MIRAME CON TERNURA DIVINA Y MATERNAL.
MIRAME Y NADA MAS.
Aquí en tu santuario la Patria toca el cielo
Aquí respira el pueblo fragancia celestial de paz y de hermandad
Y desde aquí tus ojos irradian en mi suelo
la fuerza y la energía que solo Dios nos da, Patrona del lugar
HERMOSA COMO EL CIELO, BENDITA SIN IGUAL.
MIRAME CON TERNURA DIVINA Y MATERNAL.
MIRAME Y NADA MAS.
Recitado:Virgencita de Luján, madre del pueblo argentino bendice nuestro destino da paz a los corazones y escucha las oraciones que te hacen los peregrinos
HERMOSA COMO EL CIELO, BENDITA SIN IGUAL.
MIRAME CON TERNURA DIVINA Y MATERNAL.
MIRAME Y NADA MAS.
En la estancia "La Enramada",
después que murió el patrón,
un día llegó un camión
a cargar la caballada
del viejo Zenón Almada
que fue antiguo domador.
De los domaos, lo mejor
lo mandan al sacrificio
y a tantos años de oficio
ya nadie le da valor.
Bayos, zainos, azulejos,
tobianos y gargantillas,
orgullo de esa tropilla:
todos domaos por el viejo.
Fueron al tacho, ¡canejo!
mejor dicho al matadero...
¡La pucha! los herederos
fueron vendiendo de a poco
lo que no hacía ni loco
el finao Juan Cruz Lucero.
Como añorando el pasao,
después que se fue el camión,
en la puerta del galpón
quedó un cencerro colgao;
por allá dentro un recao,
entre bosales y cueros,
tan solo quedó "el Nochero"
que por descarnao y viejo
dijo el comprador: "Lo dejo...
no sirve pa'l matadero".
"El Nochero" bichoqueando
se llegó hasta la alambrada
y de cabeza levantada
quedó a lo lejos mirando.
Relinchó un poco, escarbando
en un rincón del potrero
y al no ver sus compañeros
en su instinto de animal,
volvió de nuevo al corral
entre un griterío de teros.
Divisó la polvadera
que a lo lejos se veía,
llevando los de su cría
quizás a tierra extranjera.
Parao junto a la tranquera
quedó un instante sumiso
y cuando la noche se hizo
en aquél corral a oscuras
quedó quieta su figura
como clavao en el piso.
Al otro día temprano
está de nuevo ensillao
y aunque anda un poco desviao
de las manos y de las patas,
hasta que viejo y tobiano
se muera allá donde acampa
y al ver caída su estampa
entre caranchos y teros
quizás yo, como "el Nochero",
muera solito en la pampa.
Expulsao del paraíso
salió Adán con su mujer;
no pudieron retener
el bien que habían perdido:
siempre el pecao ruempe el nido
de aquello que va a nacer.
Y aunque el castigo era grande
era más grande el amor
que les tenía el Señor;
y al verlo en tanta ruina
en su clemencia divina
les prometió un Salvador.
Dos hijos llegaron pronto
y empezó a poblarse el mundo;
jué un alegrón projundo
en aquél vivir severo;
Caín se llamó el primero,
y Abel el que jué segundo.
Crecieron los dos muchachos
sin dar motivo de queja;
formaban una pareja
ande el hermano mayor
risultó un agricultor
y el menor pastor de ovejas.
"Los hermanos sean unidos
porque esa es la ley primera",
pero si dentra cualquiera
a quererlos separar,
se viene abajo el hogar
como una vieja tapera.
Y en Caín dentró la envidia
culebriando al corazón;
y por una distinción
del Tata Dios para Abel,
se levantó contra él
y lo achuró en un rincón.
Qué pena me da, amigazo, ver al hombre que entuvía lleva en el alma la cría de aquella mesma culebra que a la unión en dos la quiebra y acaba con la armonía. Y con sangre de su hermano el agricultor Caín regó la tierra el muy ruín, cosechando de esta suerte el llanto, dolor y muerte que hasta hoy no tiene fin.
Hoy les ruego silencio;
simplemente
hoy les pido silencio, porque debo
en esta noche celebrar guitarras.
Nada más que guitarras.
La primera será la de don Mauro,
-allá por los verdes de la infancia-
don Mauro de múltiples oficios;
habitualmente carpintero, a veces
perseguidor de pumas,
cazador de quirquinchos y vizcachas,
o sacristán, por veces, en el coro
de las capillas serranas;
yo dormía en su poncho, duro poncho,
-suave de manos de mujer puntana-
escuchando brotar de las bordonas
pañuelos, pañuelos y pañuelos
con pétalos de zamba.
Cierta vez en un pueblo
de la sierra que dicen La Quebrada,
cantaba Crisóstomo Quiroga,
detrás de una guitarra,
le faltaba una cuerda,
y sin la cuerda,
me obsequió una tonada
con este cogollo que me duele
sobre la oreja musical del alma:
«Poeta Agüero que viva
cogollito de cardón,
yo lo quiero porque dice
cosas de su corazón».
Cuando Manuel Cornejo se moría,
en su pago natal de Piedra Blanca,
presintiendo la muerte, y su reclamo
de búho a la distancia,
llamó a su amigo Rudecindo Cuello,
para decirle, ronco:
-Vení con la guitarra,
porque siento la muerte que me ronda,
y quisiera escucharla,
con el último resto de mi oído,
hasta que apunte el alba.
Don Rudecindo obedeció a Cornejo
y trajo la guitarra,
se arrodilló en un pardo cojinillo
a los pies de la cama,
y tañía y lloraba
y lloraba y tañía
a los pies de la cama;
la eternidad afuera traducía
los silencios de un tala.
Yo conozco los ranchos de los cerros,
las taperas de la pampa,
el corazón del pobre,
y el cuarto triste de una sola cama,
donde no hay puerta,
lámpara,
sonrisa,
nada,
ni siquiera la silla para el huésped,
ni tenedor ni cuchara,
pero allí he visto yacer
sobre la única almohada,
con cintas en el cuello
como una muchacha
dormida y desnuda
la guitarra.
El Chocho Arancibia
una mañana
golpeó la puerta
de mi antigua casa,
me traía canciones sobre el pecho,
me trajo su guitarra:
¡»Camino de carros»...
Mañanitas de Merlo»...
»Caminito del Norte»...
Él las cantó, las dijo;
yo no le dije nada.
Solamente guitarras.
Nada más que guitarras.
Yo no la quiero árabe,
no la quiero española,
no la quiero en los teatros,
donde aplauden manos
con las uñas pintadas,
no la quiero en la Radio
porque suena
a dinero de feria y propaganda,
porque yo la quiero
modesta y humilde como un palo,
como una simple tabla,
como el mortero rural, o la batea
como el mortero, sí, como el mortero
en cuya boca ancha
se muelen las uvas de la Cueca,
el maíz de la Zamba,
y el trigo natal y comunero
que después será pan en las tonadas.
Don Crisanto Lucero cierta noche
quiso cruzar un vado del Conlara.
Entre los truenos y los rayos
de la tormenta de color de azufre,
y las violentas aguas;
su caballo era negro y en la noche
parecía un demonio
de crines enlutadas;
don Crisanto traía por delante,
sobre el apero de gozar domingos,
su mujer: la guitarra.
Y esto fue lo que vieron esa noche
los levantados hombros del Conlara:
un hombre solo hundiéndose en la muerte,
sobre el caballo de su amor de gaucho,
con las manos frenéticas alzando,
hasta la última ola de agonía,
para que no se ahogara
su mujer: la guitarra…
Aquí digo ese ataúd de música
que navega el Conlara.
Nada más que guitarras.
¿Y tu guitarra, Laura?
La pequeña guitarra que vendiste
por monedas una tarde en Larca,
entre la luz del aire con bumbunas
zorzales y cigarras
para pagar tu viaje hacia la muerte
donde esperaba sin saber tu amante.
Pero, ¿estás muerta, Laura?
¿Tu materia de luna se ha disuelto?
Solamente hay un muro con un clavo
donde cuelga sin ojos
y sin manos
la pequeña guitarra.
Jofré y Heredia son puntanos,
serenos constructores
de sonoras guitarras,
las fabrican de sueños,
las tejen de la nada
con rezagos de mesas inservibles,
con restos de antiguos ataúdes,
y sin embargo prontas
a cualquier resonancia.
Solamente guitarras.
Cuando el sábado enarbola:
las banderas del Vino.
Las guitarras
iluminan la noche desde Quines
hasta Buena Esperanza;
trepen a cualquier árbol,
asciendan a cualquier lomada,
podrán distinguirlas, invisibles,
más allá de las huellas del camino;
millares de guitarras,
nada más que guitarras...
Mejor morir en sábado
si queremos la muerte festejada.
Cada cosecha parten
los braceros puntanos,
a caballo
en camiones,
en vagones de carga
como otra bolsa más,
van al maíz,
al trigo,
a la vendimia,
a soportar los filos de la chala,
el mordisco sutil de la mazorca,
las ofensas del cardo, la urticaria
de la arpillera burda sobre el hombro,
y la lepra del amo
que les muerde la espalda.
Y sin embargo, luego, en los galpones
infernales de zinc, se recuperan
tañendo y soñando las guitarras.
Desde las cuerdas tensas
les sube, celeste, hasta la cara
una brisa de valles, que les dice
los cerros morados, el arroyo
donde sauces inventan la esperanza,
las venerables piedras amarillas,
los ranchos de adobes, la ternura
de los techos de paja,
y niños, más niños, otros niños,
detrás de mujeres solitarias.
Por un instante sienten
la libertad zumbar como una abeja,
o volar por el ámbito cerrado
como una golondrina equivocada.
Don Alonso Gatica, el «tartamudo»,
tenía un caballo, una montura,
el desamor de su amor,
y una guitarra;
diez mil lunas lo vieron en la noche
al pie de una ventana,
como ante el marco de un retrato oculto,
entonando la misma serenata;
comenzó cuando joven y ya era viejo
la noche aquella del gendarme torpe
que destripó a sablazos su guitarra;
lo mandaron a Oliva, encadenado
contra los hierros de una cama blanca.
-Murió de amor (rezaron las comadres).
-De amor por su amor y la guitarra.
Una noche saldré por la provincia
sin más compañía que estos Digos
que ayudaré a decir a la guitarra;
no llevaré más baqueano que mi instinto
de resero y calandria,
y caminaré caminos asfaltados
donde ruedan los autos de los ricos
que parecen los padres de las vacas,
recorreré las huellas de los carros
orilladas de tónico poleo
y díscolas viznagas,
y treparé senderos de caballo,
atajos de majadas,
las rutas que saben los mineros,
los pastores,
las cabras.
Y dondequiera se hermanen y reúnan
puntanos y puntanas,
les cantaré la guerra que proclamo,
esta guerra de paz que nos permita
conquistar la mañana,
incendiar la pobreza y los harapos,
quemar los maderos carcomidos,
decapitar el rencor, o fusilarlo,
derrotar heredados egoísmos,
sanar a los niños que agonizan
porque la leche falta,
repatriar a los jóvenes que parten
en trenes de sombra hacia ciudades
donde la vida es una muerte larga,
y romper los embrujos de la Sed
liberando los pájaros del Agua,
que duermen debajo de nosotros
prisioneros de rocas planetarias.
Para esa guerra tengo
-en un baúl sin llave-
la bandera guardada,
y el manuscrito de una copla vieja
que será la proclama;
y en otro baúl con cerradura
-para el grito guerrero
y la rapsodia- una verde guitarra.
Y ahora les pregunto:
- ¿Y la otra guitarra,
la que guardo
entre pecho y espalda?
¿La que tiene cordaje masculino
y diapasón de alma?
La guitarra interior que sólo siento
cuando abrazo silencios de la almohada?
¿Esta otra secreta,
la mía,
la guardada,
es que no vale
nada?
¿Y no puede volar hasta el poema
a ser también como una flor de fuego
en las últimas ramas?.
Aquí la muestro ahora,
es mi retrato, el rostro
que repite el espejo en la mañana,
aquí la muestro ahora,
esta hecha de sangre palpitada,
de madera de sueños,
de vísceras rosadas,
de música y destino,
del amor que me sobra,
del rencor que me falta,
de soles siempre nuevos,
de lunas apagadas,
de soledad,
de muerte,
de sombra de palabras...
Pero ¿es que no vale
nada
mi secreta guitarra
y no puede subir hasta nosotros
como suben las otras esta noche
de siderales fiestas y fragancias?.
Que este Digo los cubra, como cubre
con su sombra de abuelo el Algarrobo,
mi cuna de ayer en Piedra Blanca.
Canta el gallo en su corral
y por eso se cree güeno;
pero el hombre, más sereno,
sin perderse en el barullo,
debe cantar en el suyo
lo mesmo que en el ajeno.
No copés paradas chicas
malgastando tu fortuna;
abordá la suerte en una
como mi cencia lo aborda.
Banca juerte y china gorda
no se me pierde ninguna.
En ganándole el tirón,
no hay animal pescuecero,
persuadilo al ventajero
que en el misal no hay responso:
pa'verlo correr al zonzo
hacele creer que es ligero..
Un clavo saca otro clavo,
un amor saca otro amor;
por bravo que sea el dolor
que a padecer te convide:
no hay pena que no se olvide
con otra pena mayor.
La guitarra y la mujer
las hizo Dios pa'tocarlas,
pero si querés usarlas
sacándole buen sonido:
no vas a echar al olvido
que primero hay que templarlas.
Pa'confesarla a una china
tu sentimiento sincero
no te mostrés palabrero
ni en floreas te perdás,
ninguno le dice más
que el que le dice: "te quiero".
Piensa muy mal el que piensa
que otros no saben pensar
y se emperran en negar
las bondades que otros hacen:
donde hay yeguas, potros nacen
y de un par, sale otro par.
Verseadores por versear,
vuelta a vuelta los encuentro
mas yo no achico mi centro
por apurao que me vea
y al cantar vuelco la idea
que ya he madurado adentro.
Pero el que es cantor de ley
nunca se gasta en posturas,
pa'l diablo son las diabluras
de adornar las falsedades:
el jagüel de las verdades
no guarda más que agua pura.
Canta el gallo en su corral
y por eso se cree güeno;
pero el hombre, más sereno,
sin perderse en el barullo,
debe cantar en el suyo
lo mesmo que en el ajeno.
que nunca podré olvidarlo;
los pelos sabían taparlo
de tal modo al infeliz
que pa´verle la nariz
era preciso soplarlo.
A mentir y a refranear
naide el tranco le seguía
y tan lindo refería
las cosas que yo me ráiba,
y sus bolazos le cráiba
sabiendo que me mentía...
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Aquí ande me ves (me dijo),
las tuve de tuitas menas
a las sanas y morenas,
querendonas y bagualas:
los disgustos de las malas
me los pagaron las buenas.
Las mujeres se parecen
lo mesmo que las estrellas,
pero en hallándos'entre ellas
la prienda de nuestro amor:
siempre será la mejor
y más bella entre las bellas.
Desconfiá de la mujer
que no d'entra a la cocina,
y no se acerca a las tinas
pa' lavar, ¡ni por descuido!
En las pilchas del marido
se ve el amor de la china.
Cuando una pena traidora
te envuelva en la cerrazón,
sacá en limpio la razón
que motivó tu tristeza:
se ataja con la cabeza,
los golpes al corazón.
Pensá en Dios pero no creas
ni en brujos ni en charlatanes,
que viven como haraganes
emponchaos en la penumbra:
no hay más candil que el que alumbra,
ni trigo que el que hace panes.
La vida es sencilla y clara
como Dios quiere que sea
y el que su charco ensucea
pa'que parezca más hondo
es el que escuende en el fondo
lo que le falta a su idea.
Qué serena está la noche!
Qué blanca está la laguna!
Resero de la fortuna,
no te llevés mis novillos...
cuando se apaguen mis brillos
te iré a buscar en la luna.
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Se fue tendiendo en el catre
por el peludo vencido
y ya en el primer ronquido,
de las botas lo alivié,
con mi poncho lo tapé
y allí se quedó dormido.