sábado, 31 de diciembre de 2016

Cencerro y distancia (Milonga)


(Pintura: Florencia Aise)



Amigo y árbol (Milonga)







Dos oficios

Si "el puestero payador"
me llama el pueblo a su juicio,
por abrazar dos oficios
con idéntico fervor;
si por los dos siento amor:
le dí la mesma importancia,
uno me amarra a la estancia
entre hacienda y baguales
y otro en tonos musicales
ni calcula las distancias.

Jugando con los estribos
me ven cruzar el potrero,
y me saludan los teros
gritando mi apelativo;
de un pensamiento cautivo
le improviso a la tormenta
y si en un trueno revienta
el aguacero al instante,
le amontono un consonante
tras rima sin darme cuenta.

Hay noches que maseteo
ablandando alguna garra
o me voy por la guitarra
galopeando en un punteo;
y vuelvo en un bordoneo
arisco pa'las caronas
y al ver que no desentona
en la décima lo largo
pa'ensillarle un mate amargo
a mi china regalona.

Reviso el verso si dudo
de expresar la redondilla,
como busco en la tropilla
pa'rreglar el más clinudo;
no lo aguanto al chapinudo
que venga a los tropezones,
y en mansos o en redomones
salgo al camino confiao,
me gusta andar bien montao
dentro de las dos funciones.

Madrugador como el gallo
mateando solo me ordeno,
y desde que agarro el freno
le voy cantando al caballo;
el perro negro y el bayo,
saben cuál soy al vestirme,
y si es triste despedirme
la llegada es un placer
me voy pensando en volver
y vuelvo pensando en irme.

El sábado me despido
como el cordaje: templao,
y el luner pongo el recao
casi siempre mal dormido;
y aunque arranque mal herido,
mi constancia es superior
que "el puestero payador",
me llama el pueblo a su juicio
por abrazar dos oficios:
con idéntico fervor!

Jagüel (Milonga)


















Intro: 

Igual que una sepultura
tenías dos palos en cruz
y eras un rayo de luz
en medio de la llanura,
eras señal de frescura,
¿te acordás del tiempo aquel
cuando la hacienda en tropel
cáiba al rigor de la siesta?
Era pa’ vos una fiesta
sentirte rodiau, jagüel.

(Horacio Otero)
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Se ha quedao en el olvido
y te corona un laurel
y tu nombre de jagüel
en el campo se ha perdido;
 ya no se escucha el chirrido
de tu roldana inquieta
solo se observan la grietas
de tu bebida rajada
y apenas la rastrillada
de algún mancarrón maceta.

Con un recao de arpillera
ensillaba en el matungo,
había un balde que a los tumbos
cabresteaba a la sidera;
hoy cuasi todo es tapera
el tiempo ríe de gozo
se va derrumbando un pozo
donde anidan las palomas
y de tanto en tanto asoma
algún lechuzón curioso.

Nunca falta algún hornero
esperando su charquito
para amasar su barrito
y así construir su alero;
se oye balar un ternero,
de su madre se ha extraviao,
la hacienda se ha amontonao
y se rasca en la alambrada
y de tantas rasconeadas
se hallan los palos ladeaos.

La hacienda sedienta espera
ver parir a sus vertientes
pero el destino imponente
ya refrescó sus seseras
¡Amalaya! quien pudiera
revivir aquél pasao,
ya todo está tan cambiao
el progreso firme avanza
y su puntiaguda lanza
en su pecho se ha clavao.


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Este jagüel está ubicado entre Uribelarrea y Abbot y es considerado un sitio histórico, ya que en 1828 ahí paró el ejército de Juan Lavalle, brindando agua fresca a la caballería y a la tropa. Existe una placa recordatoria.


 Si gusta ampliar información sobre el pareje, le recomendamos leer la nota que está en:

http://www.aenbici.blogspot.com.ar/2014/12/en-bici-abbott-fco-berra-laguna-de.html

Y nunca supe por qué...

(Foto: Eduardo Amorim)



Bien surero su recao
a la argolla de la cincha,
en las clinas una vincha
con dos moños colorao;
los bastos muy levantao
de adelante como atrás,
media pasuca, al compás
sacudía la picana
la menor de las Maidana
que fue novia de Alcaraz.

Como no soy tan quedao
ni tengo la lengua atada
ya le pegué una palmada
en el tuse, a mi tostao,
y cuando estuve a su lao
le dije: “¡Qué cutis, Ñata!
¡Qué par de espuelas de plata!
¡Qué surtida está la tienda!
Hacele punta a la hacienda
que yo arreo la culata”.

Le dije en forma galana:
“Zaina negra, seme franca,
¿de qué manada potranca
te escapastes, orejana?”
“-De la manada’e tu hermana”
me contestó, confianzuda,
sonriéndome la clinuda.
Sin ensayar argumentos
yo retocé de contento
al saber que no era muda.

“¡Que te tardaste en venir!
-le dije, entre otras cosas
que ya han carniao los Tolosas-
¡qué campo pa’ dividir!
¿Qué más te puedo decir?
Con tanta sabiduría
es tuya la estantería,
¿tiene dueño ese galpón…?
Soy goloso pa’l jamón
¡qué empacho me agarraría!”.

Como siempre bien hablao,
regular pa’l piropaje,
de achuras hice coraje,
me desmonté del tostao,
pa’ no pecar de atrasao
“¿Son tuyas?” le pregunté,
con la zurda manotié
como quién tiene una duda…
Se molestó la clinuda
y nunca supe por qué…

miércoles, 28 de diciembre de 2016

Jinete y domador


Fue Mauricio Zalazar
un orgullo de estos pagos
muy merecedor de halagos
de quien lo vio jinetear.
Bolivar fue aquél lugar
donde éste gaucho nació
de donde un día partió
con rumbo a Curamalal
y como punto final
en Dorrego se afincó.

Llegó con Doña Rufina
buscando un nuevo horizonte
nunca se gastó en aprontes
el criollo de mi Argentina.
Don Mauricio se ilumina
con un cariño prolijo,
con el amor siempre fijo
demostrando ser buen padre
“aparcerao” por la madre
dar buena crianza a sus hijos.

Por gran jinete, su fama
hasta Méjico llegó
en tierra azteca grabó
su nombre con buena trama.
En la cima se encarama
siempre de frente, sin mañas
todo el gauchaje lo apaña
por envidiables razones
y en pulperías y fogones
se comentan sus hazañas.












Recuerdo que cierta vez
-este episodio subrayo-
para unas Fiestas de Mayo
de mil novecientos diez
éste gaucho sin revés
corajudo y arriesgado
en Palermo había montado
a unos chúcaros sin “yel”
para la Infanta Isabel
que de España había llegado.



Lo invita ella a su sitial
por su arrojo y por su brillo
obsequiándole un anillo
con el Escudo Real,
este criollazo cabal
que cumplió con su deber
que con riesgo y con placer
hizo su demostración
despertó la admiración
de ésta Noble y Gran Mujer.



Tuvo marchas destacadas
en su caballo “Cruz Diablo”
éste argentino del que hablo
de trayectorias marcadas,
de famas muy bien ganadas
que las paseó con honor.
Por eso con gran fervor
quiero su nombre realzar
Don Mauricio Zalazar
gran jinete y domador.


Mangruyando (Estilo)






Se quema el rancho (Ranchera)


(Pinturas: Molina Campos)




Desde temprano el baile empezó
meta guitarra y meta acordeón,
la dueña 'e casa Doña Trinidá
zapatos nuevos tiene pa' bailar.

Algunos toman giniebra en porrón,
otros vinacho que mandó el Patrón,
se asa la carne detrás del parral
mientras la chancha sigue su compás.

Un gaucho en tranca revoleó el poncho
y un grito macho largó
¡qué desparramo! ¡Santo Dios mío!
si hasta el candil se cayó
¡Se quema el rancho!, ¡se quema el rancho!
con el candil se prendió...

Ahura de adentro quieren disparar
mozos y mozas y el viejaje de atrás
por la ventana se largó el Zenón,
el de la viola y el del acordeón.

La dueña 'e casa para disparar
zapatos nuevos tuvo que tirar
y se lamenta con mucho dolor:
¡de nuevo otro año calzando champión!

¡Se quema el rancho! ¡se quema el rancho!
con el candil se prendió
¡qué mala suerte! ¡tan linda fiesta!
la pucha qué lo tiró!

Se quema el rancho, se quema el rancho,
Se quemó el rancho y se quemó!





Payada de contrapunto


(Pintura: "Como gajos de mostrador", de Rodolfo Ramos)



-"Yo no soy ni más ni menos
y nunca he sido el mejor,
apenas si soy cantor
cuando tengo el buche lleno;
nunca me tuve por güeno
pero invitao a cantar,
soy capaz de comenzar
y ya con la lengua suelta
si me pagan unas güeltas
capaz de nunca acabar".

- "A mi juego me han llamao
y yo en mi suerte confío
pero de naides me fío
y menos si está chispeao...
Me gusta haber encontrao
esta tarde un payador
que además de ser cantor
guste mojar el garguero
pero cantemos primero
pa'conocer al mejor".

-"No me agacho como el tero
ni salto como las ranas
no se han de quedar con ganas
de escuchar este jilguero
pero les pido aparceros
que me priesten atención:
yo tengo por condición
decir siempre lo que siento
y echo mis coplas al viento
mandao por el corazón".

-"Cante amigo lo que sabe
si tiene la lengua suelta
dejesé de andar con güeltas
y de bolasiar acabe.
Cante amigo y no se alabe
que estoy cansao de alabanzas
y si mi tiro lo alcanza
me tiene muy sin cuidao
que no es al primer mamao
que l'he agujeriao la panza".

-"¡Jué pucha! ya se zafó
gaucho ladino y sotreta
pero va a estirar la jeta
pa'borrar lo que cantó
y no me diga que no
que lo veo dende lejos
porque si aprecia el pellejo
tendrá que pedir perdón
a todita la reunión
por lo que dijo ¡canejo!"

-"No soy ni manco ni rengo
y naides me ordena nada
me juego en una parada
todo el capital que tengo,
lo que digo lo sostengo
y nunca m'echo pa'trás
y paremos ái nomás
con el canto y la guitarra
y preparemos las garras
pa'ver quién es más capaz..."



lunes, 26 de diciembre de 2016

Viejo resero


(Pintura: José Acuña)
Sin estribar; al galope;
bien requintao el sombrero;
prototipo de un resero
que ya con él se perdía,
Rómulo Álvarez volvía
de un viaje de un mes entero.

Contaba que lo agarró
un temporal desatado;
sin poder dormir; mojado,
duro de frío después…
¡Créanme que en todo el mes
ni las botas me he sacado!

Tendría casi noventa,
cuando por oírlo, un día,
le pregunté si sabía
de un camino, aquí en Vidal…
“¡Cómo no! el camino ‘rial’…
que en Arbolito nacía…”

“Si conoceré estos pagos…
Setenta años de resero,
sin más lumbre, compañero,
en mis noches de desvelo,
que las estrellas del cielo,
ni más reloj que el lucero.

Antes que corriera el tren
esto era casi un desierto;
usted viera que concierto;
el de las tropas bagualas
al balar entre los talas
en las ronda a campo abierto.

Marchando, si es que había luna;
rondando, si estaba oscuro;
día y noche, sin apuro,
¡Cuánta hacienda se acarreó
de acá, al Partido de Ajó
al Saladero de Luro…

Un año anduve en Monsalvo,
y al cerrarse el Saladero,
de Tuyú y Divisadero
a Plaza tuvimos que ir
sin bajarse, es un decir,
del caballo el año entero.

¡Aguas hondas! Todavía
me parece ver su brillo,
bañando el lomo al novillo,
que no hay res que no peligre
entre el Cañadón del Tigre
y los Montes del Tordillo.

Y cuántas veces nadando
en un pingo acostumbrado,
tanto el Quequén o el Salado
nos miraron con asombro,
vadear con la ropa al hombro,
a caballo al otro lado.

Varias veces llevé hacienda
de Juancho hasta San Luis,
cortando en dos el país
por el medio de la pampa…
¡Viendo pasto, cielo y guampa
yo era un resero feliz…!

Mi almohada fueron mis bastos;
mi cama siempre el recado;
mi techo, el cielo estrellado;
mi ambición, arrear y arrear;
mi orgullo, que al regresar
ni una res se había quedado…

La Yerba, Pozo del Fuego;
Los Naranjos, La Porfía;
Los Patrios, La Lobería;
La Loma Rica, Kakel;
Van desfilando en tropel
frente a la memoria mía.

El Durazno, El Vigilante;
Macedo, Tarrhué, Loncoy;
La Esquina de Arguas de hoy,
y otros, que ya ni me acuerdo,
vivirán en el recuerdo,
mientras que yo ya me voy…”

Yo pensé: no morirás!
aunque vuelen tus cenizas,
sobre esta tierra que pisas
y se esfume tu memoria,
seguirás vivo en la historia
del gaucho que simbolizas…

(Foto: Celina Frers)

Navidad en las sierras



Estaba mateando María,
tranquila bajo el alero,
su marido el carpintero
estaba alistándolo al burro,
cargaba pasteles y churros
en las árganas de cuero.

Para cruzar esas Pampas
él fue juntando coraje
llevando en su alma un mensaje
que le cambiaba la vida,
una misión alquirida:
su principal equipaje.

Desafiando temporales
con una carga de fe
había aceptado José
hacerse cargo del Niño
y brindarle su cariño
como le pidió "Grabiel".

Cruzaron valles, quebradas,
trepando por los senderos;
el burro, medio mañero,
se empacaba en los repechos
y no encontraban un techo,
ni un árbol pa' dormidero.

-"José, tengo contracciones"
-"Tenés que aguantar María.
¡Esperá que llegue el día
que no hay donde parar!
El niño se va a pasmar
porque la noche está fría".

-"¡Mirá esa estrella brillante
que se ha sentado en el cerro!,
¡Oigo sonar un cencerro,
ha de haber una tapera.
Estoy viendo una tranquera
y están toreando los perros!".

Alcanzó a tirar el poncho
sobre el pasto el carpintero,
brilló más fuerte el lucero
iluminando orgulloso
al Niño más ardiloso,
Salvador del mundo entero.

En esa cueva perdida,
 ese lugar dispreciado,
el pobrerío ha encontrao
la luz que estaba buscando.
Y así comenzó en un llanto
la historia que me ha alumbrao

Como bandada de cartas
salieron los angelitos
llamando a los pastorcitos:
"¡Ha nacido el salvador!"
"¡Vengan a ver al Señor!"
anunciaban a los gritos.

Aunque eran gente muy pobre,
los pastores ofrecían
lo más lindo que tenían.
Una pastora muy vieja
trajo un quillango de ovejas
para abrigar a María.

Otro viendo a San José
destapó un vino patero
pa' calentar el guarguero.
Desde allí la cristiandad
brinda cada Navidad
como brindó el carpintero.

Otro le trajo un cencerro
para hacer un sonajero,
alguno arrimó un ternero,
sandías, nueces y pasas
una polla bataraza,
un pellón y un pan casero.

Bien fresquitos los quesillos,
mullido y blanco el pellón,
el corderito mamón,
sandía recién calada
y calentita y tostada
la torta con chicharrón.

Cuando el cristiano es sincero,
cuando es de buen corazón,
siempre ofrece lo mejor
y si es sincero y es pobre,
nunca va a dar lo que sobre
al que le falte el amor.

jueves, 22 de diciembre de 2016

Navidad


(Pintura: Carlos Montefusco)


Disculpemé, don José,
si lo vengo a molestar,
diez leguas tuve que andar,
por poco el pingo estropié.
Ayer noche divisé
una estrella esplendorosa
y, al notarla tan hermosa,
quise quemarme en su brillo,
así que ensillé el rosillo
y cargué una que otra cosa.

Dejeló al Niño divino
que duerma así tranquilito,
yo he de mirarlo un ratito
pa'que bendiga mi sino.
Este poncho de merino
que los años han gastao
es lo mejor que he encontrao
por abrigao y sencillo
y estos güenos cojinillos
que pa'l Niñito he guardao.

Y, pa la niña María,
como siempre, tan donosa,
traigo un clavel y una rosa
que yo regué noche y día.
Y, además como sabía
que es güena pa'cocinar,
no dejé de levantar
al venir por el sendero,
algunos güevos de tero
que ella sabrá aprovechar.

Cuando tenga que marchar
juyéndole a los caranchos,
vaya, don José, a mi rancho
que yo lo voy a esperar.
Carne no le va a faltar,
ni unos catres bien mullidos
y, pa'l Niñito querido,
pierda cuidao que va a haber
leche fresca pa'beber
de mi yegua que ha parido.

Ahura tengo que partir
porque el trabajo me llama,
yo soy Rosendo Lezama,
pa'lo que quiera esigir.
Pero le voy a pedir,
si no es mucho molestar,
que cuando comience a hablar
el Niñito de alhelí,
rece un bendito por mí
que yo no lo he de olvidar.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Hay un niño en la calle



Hay un niño en la calle

A esta hora, exactamente,
hay un niño en la calle.

Le digo amor, me digo, recuerdo que yo andaba
con las primeras luces de mi sangre, vendiendo
un oscura vergüenza, la historia, el tiempo,
diarios,
porque es cuando recuerdo también las presidencias,
urgentes abogados, conservadores, asco,
cuando subo a la vida juntando la inocencia,
mi niñez triturada por escasos centavos,
por la cantidad mínima de pagar la estadía
como un vagón de carga
y saber que a esta hora mi madre está esperando,
quiero decir, la madre del niño innumerable
que sale y nos pregunta con su rostro de madre:
qué han hecho de la vida,
dónde pondré la sangre,
qué haré con mi semilla si hay un niño en la calle.

Es honra de los hombres proteger lo que crece,
cuidar que no haya infancia dispersa por las calles,
evitar que naufrague su corazón de barco,
su increíble aventura de pan y chocolate,
transitar sus países de bandidos y tesoros
poniéndole una estrella en el sitio del hambre,
de otro modo es inútil ensayar en la tierra
la alegría y el canto,
de otro modo es absurdo
porque de nada vale si hay un niño en la calle.

Dónde andarán los niños que venian conmigo
ganándose la vida por los cuatro costados,
porque en este camino de lo hostíl ferozmente

cayó el Toto de frente con su poquita sangre,
con sus ropas de fe, su dolor a pedazos
y ahora necesito saber cuáles sonríen
mi canción necesita saber si se han salvado,
porque sino es inútil mi juventud de música
y ha de dolerme mucho la primavera este año.

Importan dos maneras de concebir el mundo,
Una, salvarse solo,
arrojar ciegamente los demás de la balsa
y la otra,
un destino de salvarse con todos,
comprometer la vida hasta el último náufrago,
no dormir esta noche si hay un niño en la calle.

Exactamente ahora, si llueve en las ciudades,
si desciende la niebla como un sapo del aire
y el viento no es ninguna canción en las ventanas,
no debe andar el mundo con el amor descalzo
enarbolando un diario como un ala en la mano,
trepándose a los trenes, canjeándonos la risa,
golpeándonos el pecho con un ala cansada,
no debe andar la vida, recién nacida, a precio,
la niñez, arriesgada a una estrecha ganancia,
porque entonces las manos son dos fardos inútiles
y el corazón, apenas una mala palabra.

Cuando uno anda en los pueblos del país
o va en trenes por su geografía de silencio,
la patria
sale a mirar al hombre con los niños desnudos
y a preguntar qué fecha corresponde a su hambre
que historia les concierne, qué lugar en el mapa,
porque uno Norte adentro y Sur adentro encuentra


la espalda escandalosa de las grandes ciudades
nutriéndose de trigo, vides, cañaverales
donde el azúcar sube como un junco en el aire,
uno encuentra la gente, los jornales escasos,
una sorda tarea de madres con horarios
y padres silenciosos molidos en la fábricas,
hay días que uno andando de madrugada encuentra
la intemperie dormida con un niño en los brazos.

Y uno recuerda nombres, anécdotas, señores
que en París han bebido
por la antigua belleza de Dios, sobre la balsa
en donde han sorprendido la soledad de frente
y la índole triste del hombre solitario,
en tanto, sus señoras, tienen angustia y cambian
de amantes esta noche, de médico esta tarde,
porque el tedio que llevan ya no cabe en el mundo
y ellos son los accionistas de los niños descalzos.

Ellos han olvidado
que hay un niño en la calle,
que hay millones de niños
que viven en la calle
y multitud de niños
que crecen en la calle.

A esta hora, exactamente,
hay un niño creciendo.

Yo lo veo apretando su corazón pequeño,
mirándonos a todos con sus ojos de fábula,
viene, sube hacia el hombre acumulando cosas,
un relámpago trunco le cruza la mirada,
porque nadie proteje esa vida que crece
y el amor se ha perdido
como un niño en la calle...

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A esta hora exactamente,
Hay un niño en la calle...
¡Hay un niño en la calle!

Es honra de los hombres proteger lo que crece,
Cuidar que no haya infancia dispersa por las calles,
Evitar que naufrague su corazón de barco,
Su increíble aventura de pan y chocolate
Poniéndole una estrella en el sitio del hambre.
De otro modo es inútil, de otro modo es absurdo
Ensayar en la tierra la alegría y el canto,
Porque de nada vale si hay un niño en la calle.

No debe andar el mundo con el amor descalzo
Enarbolando un diario como un ala en la mano
Trepándose a los trenes, canjeándonos la risa,
Golpeándonos el pecho con un ala cansada.
No debe andar la vida, recién nacida, a precio,
La niñez arriesgada a una estrecha ganancia
Porque entonces las manos son inútiles fardos
Y el corazón, apenas, una mala palabra.

Pobre del que ha olvidado que hay un niño en la calle,
Que hay millones de niños que viven en la calle
Y multitud de niños que crecen en la calle.
Yo los veo apretando su corazón pequeño,
Mirándonos a todas con fábula en los ojos.
Un relámpago trunco les cruza la mirada,
Porque nadie protege esa vida que crece
Y el amor se ha perdido, como un niño en la calle.

La tropa



Pasó la tropa cansada,
con sed, con hambre y furor,
cornadas tirando al viento
y mugiendo su dolor.

Protegidos por el poncho,
en alto la ronca voz,
iban detrás los reseros
revoleando el arreador.

Uno va en un zaino negro
cabos blancos; corredor,
(por el triángulo del poncho
se le insinúa el facón. . .).

En un tordillo nevado
 marcha el otro - pingo flor
en la estancia el preferido
de los peones y el patrón.

"¡Toro negro! ¡Toro bayo!
siga la "güeya"! Y la voz
repercute por los montes
como si fuese un clamor.

El crespín está cantando
su tristísima canción
que lleva angustia a las almas,
casi al caer la oración.

De repente el toro negro
de la tropa se "cortó",
pero el del "tordo" nevado
paleteando lo volvió.

Galopando por los cielos
van las nubes en montón,
y sobre los campos verdes
no quiere alumbrar el sol.

¡Y qué lindo es, por la "güeya”
cuando más calienta el sol,
ver un pájaro asentado
omo esperando su amor.

Como saliendo del monte
negra nube, dibujó
una culebra de fuego
y sordo ruido se oyó. . .

Se levantaron las guampas;
algún toro allí mugió. . .;
y el chajá, por los caminos,
su grito indígena alzó.

"¡Toro negro!, ¡Toro bayo!,
siga la "güeya"!. . . Y la voz
era la voz de los montes
por la lluvia que  cayó ...

¡Lindos ponchos colorados
con listas de otro color;
qué importa se hayan mojado
si se han de secar al sol!

Villancico


El niño duerme sonriendo (Arrullo nº3)



La noche con la espumita del río
te está tejiendo un encaje, mi niño.

Quiero la estrella del cielo más bella
para hacerte un sonajero, mi niño.

El niño se está durmiendo, sonriendo,
ah, ah, mi niño.

El niño se está durmiendo, sonriendo,
ah, ah, mi niño.

Quiero la estrella del cielo más bella
para hacerte un sonajero, mi niño.

Qué bello mundo es tu mundo, mi niño
ah, ah, mi niño.



Recitado: (adaptación de el "Romance del niño que todo lo quería ser" de Manuel B.Carrasco)

El niño quiso ser pez
y fue a la orilla del mar,
puso los pies en el agua
pero no pudo ser pez.

El niño quiso ser nube
y fijo el cielo miró,
volaba el aire en el aire
pero el niño no voló.

El niño quiso ser hombre, 
fuerte compuso la voz,
mas el mundo era tan suyo
que el niño, niño quedó.

Fueron pasando los años
y el hombre alcanzó su voz, 
y anduvo por esos mundos
mezclando dicha y dolor.

Y el hombre quiso ser niño, 
quiso ser nube, quiso ser pez, 
mas la playa era de angustia
y las nubes...el ayer.

Y el hombre va por el mundo, 
con razón o sin razón, 
y lleva un niño dormido, 
dormido en su corazón.


Qué bello mundo es tu mundo, mi niño
ah, ah, mi niño.

El niño se está durmiendo, sonriendo,
ah, ah, mi niño.

Lará lará...
ah, ah, mi niño...
Traila, la, la...
ah, ah, mi niño...

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El "Romance del niño que todo lo quería ser" en su versión original:

El niño quiso ser pez;
metió los pies en el río.
Estaba tan frío el río
que ya no quiso ser pez.

El niño quiso ser ave;
se asomó al balcón del aire.
Estaba tan alto el aire
que ya no quiso ser ave.

El niño quiso ser perro;
se puso a ladrar a un gato.
Le trató tan mal el gato
que ya no quiso ser perro.

El niño quiso ser hombre
y empezó a ponerse años;
le estaban tan mal los años
que ya no quiso ser hombre.

Y ya no quiso crecer,
no quería crecer el niño
se estaba tan bien de niño,
pero tuvo que crecer.

Y una tarde, al volver
a su placita de niño
el hombre quiso ser niño
pero ya no pudo ser.

La Cruz del Niño



"¿Quién le ha regalado esta cruz a mi niño?",
Preguntó llorando, María en Belén
"No ven que es muy niño
Y él no se da cuenta,
Cuando sea grande
Su cruz va a tener".

¿Quién le ha regalado esta cruz al niño?,
Sonajero mudo de madera y miel,
Miren como juega
Miren como ríe
A cualquier regalo
La prefiere él.

¿Quién le ha regalado esta cruz al niño?
¡No ven que un dedito
Se puede torcer!
¿No ven que le pesa
Y él no se da cuenta?
Que ya tendrá tiempo
De una cruz tener.

martes, 20 de diciembre de 2016

Canción de cuna de una torcaza


Rama tu vaivén, agua tu murmullo
por mi pecho pasan para hacerse arrullo;
cunita de espinas que el árbol me dió,
cunita de plumas que me saqué yo.

Duérmete mi niño, cuna y corazón, 
el bosque se duerme con ésta canción;
yo voy hasta el agua tu ropa a lavar
para que ella aprenda a reír y a jugar.

Porque duermas niño como quiero verte
te contaré cosas del mundo y la suerte,
anoche la luna perdió un alfiler
se lo encontró el tuco, lo volvió a perder.

Desnudita el alba ya quiso llorar
mi niña no llores, toma mi collar, 
y el bosque se duerme con ésta canción
duerme carocito de mi corazón.