martes, 19 de septiembre de 2017

Recado



Tal vez alguno diga
que yo me alabo
y qu’eso de alabarme
no es cosa’e gauchos;
pero a mi se me ocurre
que no ha pecado
quien habla de su apero
como yo hablo.

¡Venga, mi amigo gringo;
venga a mirarlo!
Y si usté me asegura
que allá en su pago
se luce algún apero
como el recado,
¡por la cruz de mi acero:
se lo regalo!

No miremos la plata
que hay en los bastos
ni ese poquito de oro
que no hace al caso:
miremos el apero
¡limpio! ¡pelado!
(¡Que así se ven las cosas
que valen algo!).

Acá va la encimera,
la cincha, el basto,
los mandiles, las matras,
pegüal y lazo;
cojinillo, carona,
carpincho u chancho,
boleadoras y estribos,
rienda y bocado.

Con ese apero tiene
nuestro paisano
todo cuanto precisa
pa’ su trabajo.
En la marcha, le ofrece
su lomo blando;
cuando el hombre se apea
para un descanso
el recado se arrolla
y hace de banco.

Y cuando al fin la noche
les manda un alto
y es preciso tenderse
bajo los astros,
el recado se estira;
se pone largo
y su dueño se duerme
como en el rancho:
¡la cabeza en la almohada
que le hace el basto!

¡Venga, mi amigo gringo,
venga a probarlo!
Y si usté me asegura
que allá en su pago
ha visto algún apero
como el recado,
¡por la cruz de mi acero:
se lo regalo!



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