domingo, 14 de octubre de 2012

Por mandao de mi mujer



Solo pa que mi mujer,
me dejara de amolar,
resolví hacerme trajiar
según su cencia y saber,
y empezó mi padecer,
con el que había soñao
al verme así despojao
de mi gaucha vestimenta.
Sin que ella tuviera en cuenta
que yo era el perjudicao.

Mi chambergo, mi pañuelo,
y mi blusa corralera,
bien bordada en la pechera
perdí, pa mi desconsuelo,
y pa aumentar mi desvelo.
Ya no me puedo calzar,
mis botas de malambear,
si no botín ajustao,
cañas cortas, y aujereao
como pa hacerme rodar.

¿Ande está mi tirador
en que la rastra lucía?
¿Mi bombacha, que escondía
mis patas de domador?
¿Y mi pingo escarceador,
y el lujo de mi recao?
De pueblero disfrasao
sé que no sirvo pa nada,
porque anda adentro la indiada
pa mantenerme enconao.

Mi mujer entusiasmada,
le decía a un gringo grandote,
que tenía en el cogote
una guasca numerada:
-"Ya le hablé la vez pasada,
y este's el hombre mentao;
hágale saco cruzao
con dos filas de botones,
y hombreras con almohadones
porque es medio jorobao".

Y el hombre haciéndole caso,
áhi nomás enseguidita,
acomodó la guasquita
midiéndome el espinazo.
Me hizo doblar el brazo
como muchacho safao
y en el suelo, arrodillao,
siguió con su medición
diciendo que el pantalón,
era asunto delicao.

Y aura ando como estaquiao
siendo pueblero elegante,
con bastón, usando guante
y hasta con cuello enlozao.
Yo se bien que hubo ganao
un gran pleito mi mujer.
Pero aunque no quiera creer
les juro que en un descuido
volveré a ser como he sido
con mis pilchitas de ayer.



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