sábado, 10 de marzo de 2012

Lluvia


De temprano está lloviendo
y yo en el galpón, sentao,
tristón, y medio amoscao
un lazo estoy ingiriendo.
Unos pichones gimiendo
arriba ‘e los ucalito’
me recuerdan, ¡Dios bendito!,
a los que están reserinado
mientras le sigue pegando
el agua que cae finito.

Como chasquido de cuerdas
de guitarras misteriosas
el viento, al sauzal acosa
para que’l ritmo no pierda.
Un cuzco sobre la cerda
embolsada da un gruñido,
mientras me llega el tañido
de la yegua, en el potrero,
dando el agua al aguacero
que se ha hecho juerte y tupido.

Me paro, y por la abertura
de la ventana diviso
las nubes color plomizo
que van cobrando negrura.
De una garza, la blancura
hace contraste en el cielo
mientras parece haber duelo
en los pájaros cantores
y horneros trabajadores
amasan barro en el suelo.

El pajal queda petiso
al ir el agua subiendo
y su altura va perdiendo
como por obra hechizo.
Va siendo un fangal el piso,
y del camino, a un costao,
va un resero resignao
ante el tiempo que le toca,
un apagao en la boca
y en el de lona emponchao.

El agua caída es tanta
que ya me parece el suelo
ser un inmenso pañuelo
a pintas verdes y blancas.
El aguacero no escampa,
y al refalar sobre el techo
marca un surquito derecho
por el costao del alero
y asoman los hormigueros
hirviendo de trecho en trecho.

Cuelgo el lazo terminao
junto a una marca sin mango
mientras sigo acomodando
otras pilchas del recao.
A una lezna que he quebrao
al coser una encimera,
lo mismo que una tijera
sobre la piedra acomodo,
¡que triste parece todo
amalaya… compusiera!

(6/1957)

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