sábado, 18 de junio de 2011

Reculando al tiempo


En los días más diversos,
con alegrías y penas
hilvanaba las cadenas
muy sencillas de mis versos;
como de arreos dispersos
campeando las consonantes
iba por pagos distantes
-tropero de mis empeños-
tejiendo ponchos de ensueños
con cosas pasadas antes.

Así encontraba el olvido
calmando toda inquietud
por alguna ingratitud
que me hubiese dolorido;
el recuerdo, colorido
le daba a la evocación
y me veía ante el fogón
con un costillar plantado,
un amargo bien cebado
al amparo del galpón.

Chillaban los venteveos
en las ramas de los sauces,
y como siguiendo cauces
cruzaban el campo arreos;
y en aquellos ajetreos
llegaban bandeando el llano
el grito de algún paisano,
de la madrina el cencerro
y algún ladrido de perro
como un lamento lejano!

Después, calma: en el alero
cuchicheaban de a ratitos
gorriones y chingolitos
y allá por el bajo, el tero;
dormitando, el ovejero
en la siesta descansaba,
las patas acomodaba
sirviéndole de almohadón,
y a veces un tarascón
tiraba a una mosca brava.

Quebraba luego el reposo
de la tarde muy serena
el chirriar de la cadena
en la "rondana" del pozo;
de la ranchada algún mozo
se llegaba a tranco largo,
que aunque no fuese de encargo,
por gaucho y por servicial,
¡traía sonriente y cordial
el brindis de un mate amargo!

Y de la hora a la pregunta
caía al punto la respuesta
y terminaba la siesta
y a con los huesos de punta;
de torcazas una yunta
era fácil divisar-
que del sol al amparar
los cuerpos como capullos,
¡deshojaba el sauce arrullos
como un doliente rezar!

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