miércoles, 29 de junio de 2011

Por la cría

(Pintura: Juan Blanes)


L'oiga, lo he llamao, porque supe
que usté iba a dirse, m'hijo, güeno,
yo colijo su rumbo. Y es natural, si tiene
gusto a sangre en la boca lo compriendo;
al hombre más curtido
se le hacen ñudos en el facón los dedos
cuando le yevan la mujer querida
y lo dejan vacido por dentro.
Mas yo hablo por la cría;
me priocupa la suerte de mis nietos,
que aunque puedan mañana
encontrar el amparo del agüelo,
nu es lo mesmo malariarse en mis rezongos
que tomar enseñanza de su ejemplo.
Además, si los deja, aunque no quiera,
aunque los cobijen mis empeños,
siempre seran los pobrecitos guachos
que andan pegaos al chiripá de un viejo.

Pero, ¿a qué continuar, si le hablo a un poste?;
le escucho galopiar el pensamiento
y a tiempo que le pido que se quede
usté muenta a caballo y ¡hasta luego!
Ta bien, ¿a qué insistir?, siga su güeya,
vaya a sacair en sangre sus deseos,
mas antes, es necesario,
ya que el viaje es tan largo, que cavemos
sobre la sepultura de su mama;
hay que cambiarle pa otro lao los güesos
a la pobre finada.
Vamos a ponerla más acá del cerco;
se le han venido encima los caminos
y en cuantito descuidemos
l'echan la cruz abajo
tanto golpiar contra ella los troperos.

Aquí tiene la pala: tome y cave,
sacúdale nomás, duro y parejo;
yo, ya estoy muy bichoco
pa'estas faginas. ¡Y pensar que llevo
treinta años al costao de esta osamenta
que ha sido mi martirio y mi consuelo!
¿Es muy dura la tierra? ¿Qué parece
que nunca fue removida?; y güeno,
no le digo que son como treinta años
que hice una zanja pa enterrar mis sueños?
No se me pare, métale de punta,
qu'el cajón nu'estar lejos.
Hunda la pala p'haí, donde se asoma
ese pedazo'e cuero.

Empuje, tuerza, ansi tire p'arriba,
no se me áhugue de miedo.
¿Que es un cajón muy chico?
Más chica es la concencia
y cabe el mundo adentro.
¿Ta asustao porque ha visto
que ha sacao un cajón que nu es de muerto?
Váyase preparando pa otras cosas
más chicas y más grandes que tuito esto.
Déjeme abrir la tapa, que al abrirla
van a volar treinta años de ricuerdos.
Levántese; que un gaucho se almarea
tan sólo en hora que se está muriendo.
¿Lo asombra ver este montón de ropas
podridas por el tiempo
en lugar de los restos de su mama?

Mírelos, sin embargo, son sus restos,
lo que quedara d'ella en ese rancho
que ha guardao tantos años el secreto.
Aquí tiene, la bata florecida
que perjumó mi vida, su pañuelo,
el reboso de lana,
la cinta azul del pelo,
los botines puntiaos, las medias blancas
que le compré en el pueblo,
y ese montón de hilachas carcomidas,
la pollera punzó del casamiento.
Esto jué la osamenta
que yo he velao treinta años en silencio,
pa que denguno, nunca,
tuviera que marcarlo con el dedo
y refrescarle el barro y la vergüenza
que tuvo por herencia'e nacimiento.

Ella tamién, igual que áura la suya,
se jué con otro y al primer momento
decidí lo que usté: dir a buscarlos
y cobrarme la deuda fierro a fierro;
pero allá en la cunita abandonada
taba m'hijo durmiendo,
un inocente que al final de cuentas
diba a pagar lo que otros habían hechos,
y me morí disesperao las manos;
envainé mi cuchiyo en el alero
y enterré silencioso esos despojos
y me dispuse a continuar viviendo,
sonriyendo po ajuera,
y con la muerte adentro,
pa que m'hijo se criara
sin saber el por qué de mi tormento;
limpio de alma y de nombre,
trabajador, y honrao de pensamiento.

¡Treinta años que he guardao este misterio!
Aura, ya semos dos a soportarlo,
ya me puedo morir con el secreto;
y áura dígame usté, si ha servido
de alguna cosa tanto sufrimiento.
Saque esa cruz que ya no escuende nada,
empareje el terreno,
y váyase nomás a vigilar los nietos.
¿Cómo es eso?¿Rumbea pa su rancho?
Tráigame los gurises un día de éstos,
que tengo ganas de abrazarlos. ¿Juye?
¿Se ha echao sobre los ojos el sombrero?
¡Va yorando! No importa que padezca;
yo lo hice por usté, sufra por eyos.
...............................................
¡Gracias, Señor, por fin he comprendido
por qué me heriste en la mitá del pecho!
Las penas que sufrí resultan chicas
si las comparo con el bien que han hecho.
Te ensañaste en un gaucho pa que juera
tuito ese mal, la dicha de un agüelo.

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