jueves, 16 de junio de 2011

El canto de la pampa


Yo siento como perdura
en los sembrados que acopio,
ese orgullo, ese amor propio
de la grandeza futura.
Y tendida en la blandura
de mis lomas sin marañas,
tiemblo en génesis extrañas
al beso del sol amado...
¡Yo nací para el arado
que me rompe las entrañas!

De los astros al vibrar
sin quebradas y sin montes,
me abrazan los horizontes
en un incendio solar.
Siento lo inmenso del mar
en mi regazo fecundo
y de rumores inundo
el espacio siempre abierto...
¡como si alzara el desierto
las armonías de un mundo!

En la curva indefinida
de mi verde exuberancia
es vértigo la distancia
sin valladar y sin brida...
Y del Andes desprendida
-sábana inmensa de mies-
palpita el mundo al través
de la tierra que se asombra...
¡Al tenderme como alfombra
para que rueden sus pies!

Yo guardo de la leyenda
sobre mi límite ancho
la vieja historia del rancho
como la última ofrenda...
Y en el polvo de la senda
que corta la lejanía,
aún resuena de'otro día
en polvoreda de lauros
¡el galope de centauros
de la patria bizarría!

En mis verdes extensiones
que el arado despedaza
parece crujir la raza
mezclada con los terrones.
Del pasado los girones,
llevan los surcos triunfantes,
y en los confines distantes
de la fiera y del corcel
¡sutura tajos el riel
de una herida de gigantes!

Yo llamo con alboradas
de profética vislumbre
a la vieja muchedumbre
de las tierras agotadas.
En apoteósis de azadas
abro al mundo mi heredad,
por que la fecundidad
de mi suelo ha de extinguir,
¡el hambre de porvenir
que tiene la humanidad!

Venga el hierro del cultivo
y el brazo del sembrador
que mi suelo redentor
no ha sido estéril ni esquivo...
Tiembla el orgullo nativo
en mis humanos antojos,
y con los sacros despojos
de heroísmo que en mi duermen
revienta espigas el germen
y se enfloran los rastrojos!

Yo siento, patria, la diana
del futuro que fascina,
patria, que siendo argentina,
no dejás de ser humana.
Yo soy la tierra lejana
que se convierte en venero,
la que enguirnalda el alero
de tus glorias de arrebol
¡y canta dianas al sol
con el clarín del pampero!

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