jueves, 16 de junio de 2011

De paso por la llanura

(Foto: Eduardo Amorim)
Es un espejo el arroyo
que le abre un tajo al potrero
y taloneando un overo
se larga a cruzarlo un criollo;
marca la boca de un hoyo
chiflando el alambrador;
rompe el silencio un cantor
pecho de bronce y badajo,
mientras deja boca abajo
la gramilla, el arador.

Dos nubes medias lobunas
al sol lo van emponchando
y mira al maizal pensando:
“¡Dios quiera que llueva, ahijuna!”;
un gran ventarrón acuna
en el alambre, a un zorzal,
al ancho camino real
le da un chirlo a la pasada
y deja la rastrillada
de blanco polvaderal.

Un toro muy enojao
da unos balidos machazos
y escarba a los manotazos
un pozo medio ovalao;
un corderito asustao
no sabe pa’nde agarrar;
un tero empieza a gritar
al ver una comadreja
y en el lomo de una oveja
un tordo sale a pasear.

De repente parecía
que era una “poya” de luces
la bandada de ñanduces
que por el bajo corría,
y cuando el potro del día
daba el último arrastrón
sin trinos, medio tristón,
de lejos miraba el monte,
que hacía fuego el horizonte
pa’ tomar un cimarrón.+

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