jueves, 10 de febrero de 2011

El labrador



El pájaro cansado de la tarde
con suaves aleteos de nostalgia,
se posa sobre el campo lentamente,
y vuelve hacia las casas la majada;
en tanto que más lejos
el labrador, arando, canta.

No sabe si de alegre o de tristeza
-como el ave enjaulada-
pero un hondo cantar a borbotenes,
le sube de repente a la garganta.

Y con un auditorio de gaviotas
que le sigue, chillando, a sus espaldas,
para alzar en sus picos los gusanos
que la reja destapa,
con la vista a lo lejos, sumergida,
en la puesta del sol, ensangrentada,
y la mente en el surco que descubre,
el labrador, absorto, canta.

Y cantando y arando,
su mente de improviso, salta
de la canción y el surco y los caballos,
a su vida tan pobre y desolada.
Semejante a la lonja de tiritas
que deja del revés a sus espaldas.

Lo mismo que su padre, que su abuelo,
-labrador por herencia- se levanta
con el cantar del gallo, trabajando,
bajo el duro rigor de las escarchas
o el fuerte resplandor de los solazos.
Y piensa...
que como ayer, mañana,
su pan, el de sus hijos, su alegría,
dependen del capricho de la helada,
de un manotón del viento
o de una seca larga.

Y con mano nerviosa,
con un poco de rabia,
resuena el látigo en el lomo
de las bestias dolidas y cansadas;
un grito seco; juramentos;
el ruido de la tierar que se raja;
-que el trabajo es la honra y el orgullo
de la mísera vida proletaria...

Un perro fiel, hermano de la miseria,
trotando sobre el surco lo acompaña...
Con un terrón de tierra por tribuna
le saluda a su paso la calandria,
desmigajando en lírico arrebato
el precioso caudal de su garganta.

Se aleja con la tarde por el surco,
en tanto las gaviotas en bandada
despliegan detrás suyo una bandera
con lienzo de sus alas.

1 comentario:

Daniel dijo...

muchas gracias amigo por difundir estos poemas y coplas
saludos desde Rio Grande do Sul, Brasil