viernes, 25 de febrero de 2011

El cencerro

(Foto: Tomás Fernandez)
Como implorando ternura
de un corazón indolente,
triste el cencerro se siente
por la infinita llanuar.
Y cuando al grito se apura
la "madrina" en su trotar,
comienza el eco a doblar
sus melancólicos sones,
como llamando a oraciones
en la hora crepuscular.

Cierta nostalgia de ausencia
vuelca su canto al oído,
como un recuerdo traído
de otra lejana querencia.
Así, en continua insistencia
va martillando sin tregua,
adormeciendo a la yegua
que lo acuna en el pescuezo,
mientras acorta el regreso
dejando legua tras legua.

Cencerro tradicional
campanita peregrina,
sos en mi tierra argentina
como un grillo de metal.
En noches de temporal
que no hay de rumbo una estrella,
cuando la hacienda atropella
y apaga el viento el silbido,
vas goteando tu sonido
como alumbrando la huella.

Sonajero que el destino
le dió al gaucho en su niñez,
y hasta su misma vejez
lo acompañó en el camino.
Cuando joven era el signo
de una esperanza latente,
y al compas intermitente
de su música sencilla,
entablada la tropilla
galopaba alegremente.

Pero, la vida que quita
las ilusiones más bellas,
entre el polvo de las huellas
las fue dejando marchitas.
Siempre el cencerro se agita
con su continua canción,
pero ya en el corazón
del pobre gaucho resero,
no es alegre sonajero
sino un toque de oración.

Y mañana en el olvido
de una cumbrera pendiente,
lo mirará indiferente
quien ni sepa lo que ha sido.
Nunca jamás un sonido
se irá en la huella alejando,
solo algún viejo añorando
tiempos para él mas dichosos,
lo oirá, cerrando los ojos
mientras sueña recordando!



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