jueves, 3 de febrero de 2011

Día de lluvia


Fué despacio oscureciendo,
la lluvia es ya espesa y mucha,
y sólo el rumor se escucha
del agua que va cayendo.
Tuve tiempo de ir trayendo
la leña para una hornada,
entré toda la majada,
las aves llevé a su altillo
y hasta le he puesto un toldillo
a una plantita quebrada!

Desde el borde del alero
el gotear constante brilla
formando una cortinilla,
adorno del aguacero.
El último teru-tero
hace tiempo se alejó,
pero lo recuerdo yo
cual si fuese en ese instante,
porque el silencio reinante
gritando nos anunció!

Es codiciado aposento
más que todos, la cocina;
en él prepara mi china
el mate y el complemento.
Las tortas que hará al momento
ya los chicos las sospechan
y en un rincón aprovechan
la ocasión de estar callados,
mientras mis perros mojados
sacuden el agua y se echan.

Mi mira el "Fiel" zalamero,
gruñe el "Lobuno" seriazo,
y yo entro a sobar un lazo,
vieja prenda que venero.
No ha quedado en aguacero
el llover murmurador,
y a su influjo bienhechor
van las almas ablandando
y vamos todos mostrando
lo que hay en ellas mejor.

Más calma se halla en los viejos
y más ternura en los niños;
mis olvidados cariños
nos tiene a todos perplejos;
tras muchos años, de lejos
parece que hemos tornado;
el quehacer nos ha apartado
un día tras otro día,
e ignorábamos que había
esto tan lindo y sagrado!

Trae un mozo a la cocina
un nido de chingolitos.
¡Sin duda a los pobrecitos
los volteó la ventolina!
En las manos de mi china
se comienzan a animar.
Yo vuelvo el nido a arreglar
y lo seco junto al fuego,
y como ella es madre, luego
los va en el zarzo a dejar.

Allí el ave enloquecida
que volaba en la enramada,
reconquista su pollada
en mi alero guarecida.
Con mi mujer conmovida
vuelve el silencio a la rueda;
fuera y dentro el amor queda
amparando a sus hijuelos
y el agua trai de los cielos
su inmenso arrullo de seda.

A un chico que se enzurruna
porque un chingolo quería,
una torta, avemaría,
le han dado, como la luna!
Mientras a saciar su hambruna
en la torta comenzó,
el abuelo le explicó,
oyendo un trueno lejano:
"El padre Eterno es anciano,
y por usté rezongó".

Comiendo y al par mirando
al abuelo mi chicuelo,
cree ver a su propio abuelo
en los cielos asomando.
Más que nunca el nido blando
gozamos con lo ocurrido;
el mocetón ha encendido
el candil de la velada,
en tanto en la noche entrada
sigue sonando el tronido.

La lluvia que nunca cesa
rebasa en el tinajón,
y tal vez en mi zanjón
pasa un codo la represa.
En derredor de la mesa
ya habremos de comentar
por lo que se hizo esperar
y por lo que es tan mansita
esta gran lluvia bendita
que hoy bebe mi trebolar!

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