domingo, 9 de enero de 2011

Romance indígena

(Pintura: Carlos Montefusco)
Tiene la frente volcada,
a un lago de aguas azules
y una fuga de huemules,
añora cada mirada.
Tiene la voz ya cansada
de rudas imprecaciones,
porque la ardieron pasiones
en sangrientas correrías,
y aguardo en las tolderías,
la vuelta de los malones.

Hecha de asombros y mudos,
pavores en los desiertos
llora la india a sus muertos,
muestra sus pechos desnudos.
No la arredraron escudos,
ni lanzas de castellanos;
le estan sangrando las manos
- todo sombra y toda luz -
y sosteniendo una cruz,
maldice a blancos cristianos.

Sobrevivida en su tierra,
sobrevivida en su raza,
su corazón es la brasa
tranfoguera de la guerra.
Yo la veo aquí en la sierra,
-vestal de cobres andinos-,
yo la veo en los caminos
sin pausa de la llanura,
desnuda, savia y oscura,
madre de nuevos destinos.

Nacida en la selva brava,
ardida en rojas pasiones,
olvidó sus maldiciones
cuando el romance volaba.
En la frontera esperaba,
enamorado y tirano,
su capitán castellano,
y allá en los cielos abiertos,
como asistiendo a sus muertos,
la Cruz del Sur sobre el llano.

Tiene los ojos rendidos
a lo azul del infinito.
Toda su vida es un grito
de ardientes credos vividos.
Muestra los pechos heridos
el alma en sombras de ocasos;
y pues forjó a rafagazos,
tormentosos su detino,
tiene lo mas de argentino:
un hijo gaucho en sus brazos.

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