miércoles, 12 de enero de 2011

Desde mi rancho

(Pintura: Tito Saubidet)
Al gran escritor amigo Don Evaristo Barrios
Afectuosamente
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Sobre los charcos resecos
con "angurria" e'gurí chico
el sol va hundiendo el hocico
igual que "matungo" enteco
del pajonal en los flecos
"chaira" su acero el "mormazo"
la hacienda se mueve al paso
y el camino en su sosiego
de haberlo "untao" tanto el fuego
se ha "ramaliao" como un lazo.

Cruza en su "bichoco" el hijo
de la vecina puestera
a vender en las carreras
el fruto del amasijo
bien gauchito, bien prolijo
limpia pobreza de adorno
lo va pasmando el "bochorno"
pero se dice con calma
mama se quema hasta el alma
por nosotros en el "horno".

Más allá en la carretera
- como una visión de asombro -
su trágica bolsa al hombro
lleva el doliente linyera
va a hundir su vieja "cansera"
el vagabundo mendigo
en las "raices" de un amigo
el ombú guarecedor
que es el único señor
que a nadie niega su abrigo.

Por la giba de una sierra
muy lentamente repecha
"buchona" con la cosecha
de productos de la tierra,
una carreta que encierra
en su historial de fatigas
el oro de las espigas,
poema que sudó la frente,
y el legendario y doliente
Éxodo del viejo Artigas.

La tarde junta sus "garras"
recoje el sol su "sobeo"
han "raliao" los bordoneos
agudos de las chicharras.
Un cielo color pizarra
roza las sierras puntudas
que adustas y siempre mudas
con esbeltez majestuosa
son como hembras orgullosas
de sus turgencias desnudas.

El puñal del horizonte
degüella unas nubes "zainas"
que mal heridas se envainan
en la espesura del monte
todo el "cuicaje" en apronte
se agazapa en la maraña
pero la "cuadrilla" huraña
"tumba" el alambre de acero
y salva con los "cargueros"
hasta el olor de la "caña".

Del campo arisco en el lomo
silba su "ronda" un tropero
y el clarín de un teru-tero
parte el silencio de plomo
la noche trae el "aromo"
de la flor del "espinillo"
serrucha sombras un grillo
y el aire da la impresión
que hay cerca la quemazón
de un gran "horno" de ladrillo.

Silencio. La soledad
abre sus alas inmensas
la noche estira su trenza
en toda la inmensidad,
duerme el viento en la heredad
apenas leve rumor
que parece el estertor
de algún ave agonizante,
cruza en la trova distante
del nativo payador.

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