sábado, 30 de octubre de 2010

Pilchas viejas

La memoria galopiando
dándole el frente al pampero
lleva de tiro al surero
que en mi pecho está cantando.
Así contento escarciando
y al encontrarme inspirao,
voy concertando un rimao
entre frases bien parejas,
pa unas pocas pilchas viejas
que fueron de mi recao.

Aquí está mi maneador
sobao como una badana,
y los mandiles de lana
que van perdiendo el color.
Los bastos ya sin valor;
y el sobrepuesto florido
que un alambre, por descuido,
le hizo un "barbijo" pa abajo,
pero yo curando el tajo
con un tiento lo he zurcido.

Parece el freno un lamento
sin la espuma que lo moja,
y muda está su coscoja
cargada de aburrimiento.
Al ver cada estribo siento
apearse a la tradición,
y allí en el mismo rincón
están durmiendo colgadas
las riendas, las cabezadas,
bozal, cabresto y cinchón.

La fuerte y ancha encimera
de tanta y tanta enlazada
muestra bastante estirada
la argolla de la asidera.
Tanteo la cincha que fuera
pa el sudor y el barro guapa,
y como el tiempo se escapa
si al lazo acaricio y miro
se me desliza un suspiro
que a enredarse en la yapa.

Mil noches a campo abierto
en mi recao bien tendido
a pata suelta he dormido,
y en otras soñé despierto.
Ahí con mi poncho cubierto
esperé a las madrugadas,
y cuando fieras heladas
volcaban crudo el rigor
me iban dando su calor
estas matras desflecadas.

Aunque ya mi poncho alcé
y en el pasado me pierdo
cada pilcha es un recuerdo
de un tiempo que se me fué.
Con ellas, cuando ensillé,
fué pa ganarme la vida,
y como el criollo no olvida
a lo que vive aferrao:
aquí estarán a mi lao,
¡hasta que Dios lo decida!

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