lunes, 26 de octubre de 2009

Memorias pa una leyenda


Si cuando fué la pelea,
Juan lo hubiera muerto a Braulio;
la cosa no sería memoria adentro,
más que un sucedido 'e los tantos
que ruedan memoria adentro,
hasta que se van gastando.

Pero cosa más extraña
no ocurrió nunca en el pago...
Y ahí anda siempre fresquita,
metida entre trago y trago.
Como un yuyo de leyenda,
en la caña o el amargo.

Un asunto de polleras,
hizo de riña, dos gallos.
Jué pa un domingo de Junio
de hace lo menos siete años.
Yo estaba dentro'el boliche,
trenzado en un truco 'e cuatro.

Cuando dentró el "Lagartija",
gritando: -"¡ajuera se están peleando!"
Salimos tuitos corriendo,
y los vimos en el patio:
ya Braulio, había caído al suelo;
y Juan, sangraba en un brazo.

Un, -"¡levantate!", le puso
nobleza a ese duelo macho.
El cáido buscó en el suelo
su facón... vimos sus manos
tanteando...como perdidas,
y en seguida calculamos...

Había acabao con su vista,
la justeza de ese hachazo.
-"¡Toy ciego, hermano, matame!".
Se escuchó gritar a Braulio.
Pero al parao, la sorpresa,
le había sujetao el brazo.

La ventaja, no es ventaja,
cuando se trenzan dos gauchos.
Guardó el arma, se dio vuelta,
desató, montó su zaino.
Y gritó casi al galope:
"¡Llévenlo..., voy pa su rancho!"

Lo subimos en un sulky,
y con cuidao lo llevamos...
Al llegar, ya Juan estaba
en la portera esperando...
Dos semanas enteritas
tuvo la muerte rondando.

El catre del mal herido,
y la concencia del sano.
Catorce noches de velas,
que Juan se pasó cuidando...
Con su salud, la de ese hombre,
moribundo por su hachazo.

Y lo sacó vida ajuera,
pero a los ojos de Braulio;
ya nunca asomaron soles,
apagaos por aquél tajo...
Del casamiento de Juan,
supimos ese verano...

La moza era aquella misma,
que hizo de riña dos gallos...
Y ahí tiene ¡ve! si la hombría
no fuera virtud del gaucho:
el casao taría entre rejas
y el otro en el camposanto.

Y pa' esta fecha ya naides
se interesaría en el caso...
Pero pa que no se pierdan,
estos ejemplos machazos;
Dios hizo que este asunto,
no se interesara el diablo.

Y ansina es que todos los domingos,
los ojos de los paisanos;
ven siempre al hijito de Juan,
llegar trayendo 'e la mano
a un hombre, pa'l que se le abren
las puertas 'e tuitos los ranchos...

¡Por ser Padrino del chico,
ser ciego y llamarse Braulio!

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